Capítulo
19
Y aquí estoy de nuevo, sentada en este
poyete, justo en el lugar donde la marca de Drew parece estar ya fijada.
“Esta noche.” Me lo repito una y otra vez.
Esta noche puede ser cualquier hora, puede ser a las nueve, a las doce, a las
tres de la mañana… ¿y si me paso aquí las horas esperando? Un momento… ¿y si
esto no es Drew, sino Eliot? ¿Pero por qué iba a ser Eliot? No sé… comienzo a
pensar que está un poco loco. Puede que me haya mandado ese mensaje y me esté
vigilando. Miro a mi alrededor, esperando descubrirlo, pero no. Ni rastro de
Eliot, ni de Drew.
Un grupo de chicos de entre nueve y doce años
se paran junto a mí con sus bicicletas. Dos de ellos entran a la cafetería y
justo entonces uno de mis compañeros de trabajo, Darío, me ve desde dentro. Sale
corriendo hacia mí.
-Alison, qué bien que estés aquí. ¡Y qué
casualidad! –dice entre pequeñas risotadas sofocantes- Justo te iba a llamar
ahora –demasiadas explicaciones. Ve al grano-. Necesito que te quedes en la
cafetería y la cierres.
-¿Por qué? A mí no me toca hoy.
-Ya, ya. Es que… verás… esto… he tenido un
pequeño accidente. Tengo que ir al hospital en cuanto termine aquí. No te
preocupes, ya sabes que en estos días no viene mucha gente así que no estarás
apurada. Te prometo que se lo diré al jefe para que te dé todas las propinas-
le escucho mientras él habla, habla y habla.
-Y parte de tu sueldo –me burlo medio en
serio-. Está bien. Entraré en un rato. Ahora tengo algo que hacer.
-Gracias, gracias, gracias –dice rápidamente
mientras se da la vuelta y se marcha cojeando otra vez hacia la cafetería.
-¡Cómo mola! Parece que estás follando –grita
uno de los niños haciendo botar su bicicleta sobre sus ruedas.
-Como si tú supieras lo que es eso –digo a
regañadientes.
Algunos de ellos me miran sorprendidos. El
chico del mal vocabulario se atreve a contestarme.
-A ti te follaría, rubia –me dice en un
intento de patético y grotesco piropo.
-Pues sigue botando sobre esa bicicleta, que
es lo único más parecido que harás hasta dentro de unos cuantos años.
Los demás críos se ríen y al que me dirijo se
ofende sin saber qué más contestarme. Entonces emprenden de nuevo su camino y
me dejan de nuevo sola.
-¡Bu! –grita Drew a mis espaldas.
-Dios, ¡me has asustado! –le digo alegre.
-¿Llevas mucho rato aquí?
-No mucho, no te preocupes –le miento por
cortesía -. ¿Qué hay de esos mensajes?
-Primero, he de contarte una historia. Quizá
no te interesa pero…
-Está bien, está bien. Pero primero quiero
saber, ¿cómo narices conseguiste mi número?
-Mira a tu compañero de trabajo –ambos
dirigimos la mirada al interior de la cafetería a través de las cristaleras-.
Es débil. Si le dices que te regale un café, lo hace –me quedo extrañada-. No
he gorroneado ningún café de tu cafetería, tranquila. Pero sí tu móvil. Se lo
pedí y me lo dio a la primera.
-¿Y qué escusa le pusiste para que te lo
diera?
-Nada. Cosas de chicos.
-Está bien. Prefiero no saberlo –se ríe.
-¿Has cenado? –me invita sutilmente.
-Sí. Pero aún me cabe un postre.
-¿Un helado?
-Hace un poco de frío. Prefiero un chocolate
o algo así.
-Puedes “invitarnos” a un chocolate en tu
cafetería.
-¿Ya estás gorroneando otra vez? –ríe.
-Venga, entremos –se abre camino y sostiene
la puerta para que entre yo primero.
-Gracias. Menudo caballero –no sé por qué le
sigo el juego. No me reconozco hoy.
-Todo acosador ha de ser amable con las
chicas a las que incordia.
-Vale, me estás asustando –digo, medio en
broma, medio en serio. Él, a cambio, suelta una fuerte carcajada.
-¿O tal vez debería decir que eres tú la que
me acosa a mí?
-¿Perdona? –digo, captando que está tomándome
el pelo y siguiéndole la corriente. Me hago la disgustada.
-No es la primera vez que te encuentro ahí,
en mi lugar de trabajo, sin dejarm…
-Vale, vale –le corto por medio de risas-. Lo
he captado. Venga, estoy impaciente. Darío, dos chocolates calientes aquí, por
favor –digo mientras nos sentamos en los taburetes junto a la barra.
Nos quedamos en silencio un momento, sin
saber cómo seguir la conversación. Justo entonces, suena mi móvil. Un mensaje,
cómo no. Eliot.
“¿QUÉ
TAL ESTÁS? TE ECHO DE MENOS.”
Dejo salir un gruñido de mi garganta.
-Oye, si tienes que irte, o no quieres estar
aquí no te preocupes –se lamenta Drew.
-Ah, no. No te preocupes. Era solo… no era
nada. Mi amiga –sonrío falsamente-. Bueno, ¿me vas a decir ya de una vez qué es
eso que me pertenece?
-Sí. Emm… -parece abochornado- Bueno, como te
he dicho, es una historia que puede que te interese. No sé cómo empezar.
-¿Te he visto antes en algún otro lugar?
–pregunto intentando recordar.
-Sí. Vale. Lo diré así: todo tiene que ver
con tu guitarra.
-¿Tienes mi guitarra? –grito en mitad de la
cafetería.
La última persona que quedaba se levanta y se
va como si le hubiera entrado el pánico por mi culpa. Darío, rápidamente, me
hace un gesto dándome a entender que ha llegado mi turno de quedarme y cerrarla
y, seguidamente, se marcha cojeando. Me levanto tras él y echo la llave para
que nadie más entre, sin olvidar dar la vuelta al cartel. “Cerrado”.
-Bien, como Darío no está, estos chocolates
son gratis –digo intentando romper el hielo de nuevo.
-¿No podrían ser gratis también algunos
donuts? O mejor, ¿gofres? –me dice Drew con una sonrisa esperanzadora.
-¿Pero tú no has cenado?
No contesta. En cambio, aprieta sus labios en
una mueca de “no” avergonzado.
-Está bien, pero sólo un donut.
-¿Uno para los dos?
-Por supuesto que no. Uno para mí. Las
migajas que caigan, para ti.
Drew aplaude totalmente complacido por mi
broma. Entonces saco un par de donuts. Nos cambiamos a una mesa y la historia,
comienza.
Hola! La verdad es que no sigo la novela porque la acabo de descubrir y porque no tendría tiempo de leerla, pero lo poco que he leído me gusta! Sigue así :)
ResponderEliminarUn abrazo y pásate cuando quieras :3