“Hola Álex. Ya sabes quién soy,
¿no? Exacto, soy Carla. ¿Sabes? Estoy mirando por mi ventana, como solía hacer
todo este tiempo desde que cruzamos palabra por primera vez. Estoy recordando
cada vez que te veía pasar, cuando volvías del trabajo o salías a correr y yo
te observaba sin que lo supieras. Y cuando empezamos a salir y tú mirabas hacia
arriba esperando encontrarme. ¿Recuerdas cuándo fue la primera vez que
hablamos? Mi gato está aquí tumbado a mi lado ahora mismo, estoy segura de que
él también piensa en ti. A veces se levanta de repente y se acerca
corriendo la puerta, como hacía cuando
llamabas al timbre de mi casa. ¿Qué hago contándote todo esto? En fin, han
pasado ya varios meses. Intento no recordar aquel día, solo quiero visualizar lo
perfecto que todo era antes.
Cuando me dijiste que me querías… siento no haberte respondido cuando
aún estabas despierto. Pero me hubiera gustado gritar a los cuatro vientos que
yo también te quiero. No sé si sabrás que después te lo dije, millones de
veces. Me gustaría saber si me escuchaste. ¿Puedes hacer alguna señal para
hacerme saber que lo sabes? Cada día gritaré que te quiero hasta que lo hagas.
No soporto la idea de que no sepas lo que siento por ti.
Mi madre me dice que tengo que ser fuerte… ¿pero cómo se es fuerte en
esta situación? Mil veces antes desearía haber recibido yo aquellas puñaladas
que tener que olvidarte ahora. Creo que eso hubiera dolido mucho menos.
Durante varios días tuve la esperanza de que ibas a despertar. Estoy un
poco enfadada contigo… creía que eras más fuerte. Dejaste que la vida te ganara.
Y digo vida, y no muerte, porque al fin y al cabo la muerte forma parte de la
vida, y es la vida la que nos jugó esta mala pasada.
No sé de qué otra forma darte las gracias. Sé que odiabas que estuviera
todo el rato agradeciendo y pidiendo perdón, pero no tengo más remedio que
volver a hacerlo. Gracias por enseñarme a amar, gracias por hacerme saber que
el amor es posible, gracias por darme una oportunidad, gracias por los días
contigo, gracias por cada vez que me sacaste de apuros, gracias por regalarme
tus besos, tus caricias, tus abrazos… gracias por haber formado parte de mi
vida, y perdón por dejarte ir.
Quiero que me esperes, ¿vale? Llegaré, llegaré algún día. Quizá con otro
hombre. Pero quiero que estés allí cuando suba. Quiero reencontrarme contigo y
decirte que un día te quise como nunca había querido a nadie hasta el momento. Estarás
presente en mi vida cada día hasta mi último aliento.
Por favor, no olvides todo esto que te he dicho. Hazme saber de alguna
forma todo lo que te he dicho antes. Nunca te olvidaré, eres el latido que le
falta a mi corazón. Te quiero Álex.”
Doblé la carta y varios días
después la puse sobre su lápida. Álex, siempre en mi corazón.
¡Hola! Me pasaba por aquí para decir que te he nominado en mi blog, ya que me encanta el tuyo :)
ResponderEliminarUn besito desde http://www.siestadestinadoapasarpasara.blogspot.com.es/
Muchas gracias! Mañana me paso por el tuyo :)
EliminarImpresionante, me han encantado y me quedado con ganas de más.
ResponderEliminarBesos con cianuro.
Vaya, muchas gracias, pero siento decirte que esta es la parte final de este relato. Sé que debería haberlo puesto antes en el título... :(
ResponderEliminar