Capítulo 33
Noto cómo Drew toma cada
respiración lenta y profundamente, tratando de evitar el llanto. Tiene sus
brazos alrededor de mi cintura y me aprieta como si fuera su forma de desahogo.
Para mí, es hasta reconfortante, me gusta. Yo lo rodeo al mismo tiempo por su
cuello, un poco de puntillas porque a pesar de que yo soy alta, Drew lo es
mucho más aún.
¿Debería ser este el momento de decirle algo? ¿De girar mis labios hacia
los suyos? No, Ali, no. Deja que todo fluya. Su hermana acaba de morir
prácticamente, puede que tú para él solo seas una amiga, un apoyo, y no algo
más.
Aún así, giro un poco mi cabeza hacia él y sumerjo mi nariz en su olor.
Nunca había podido percibirlo desde tan cerca, ni siquiera la noche que me
ahogué en sus brazos. Tenía tantos mocos manando de mi nariz que apenas
advertía aroma alguno.
Pero es tan único, tan dulce. Es el tipo de esencia que no te hartarías
de oler. Es olor perfecto, hecho para mí. Ese tipo de olor que se te queda
marcado en la ropa o en las manos, o en tu pelo, y que cuando ya no estás con
esa persona, te hueles a ti mismo para recordarla. Es lo mismo que ocurre con
mi hermano: cuando estoy en clase no dejo de oler mis manos y las mangas de mi
ropa, porque huelen a él, de sostenerlo, a su perfume de bebé, y me encanta
recordarlo cuando no estoy con él. Pues con Drew es lo mismo, solo que no es el
mismo tipo de sentimiento. Por supuesto, no es un sentimiento tan considerable
como el de mi pequeño, pero también es muy grande y similar.
Repentinamente noto que la presión en mi cintura disminuye, así que
rebajo la fuerza también en mis brazos y lo suelto poco a poco, pero dejo mi
rostro aún cerca suyo.
Cuando nos empezamos a separar, nuestras mejillas casi se deslizan la
una contra la otra. Noto un poco su barba rasposa incipiente, pero no me
resulta desagradable. Los dos, completamente compenetrados, nos paramos,
dejando nuestras miradas a escasos centímetros de distancia. Después él apoya
su frente en la mía, yo cierro los ojos, y vuelve a utilizar mi cintura como
apoyo, esta vez posando cada mano a un lado.
Es un momento perfecto. El ideal para acercar nuestros labios y
besarnos… pero de repente se me viene a la mente Eliot. Prácticamente, lo acabo
de dejar definitivamente. Y a pesar de sus más y sus menos, y más menos que
más, aún no he dejado de sentir algo por él completamente. Y yo no soy ese tipo
de persona que no le falta tiempo para tirarse a los brazos de otro. No. Yo me
hago respetar, y este beso, si se ha de dar, puede esperar, igual que mi primer
beso aguardó por el momento oportuno. Pero, ¿cómo puedo saber si este es el
momento oportuno o no?
Decido separarme de él y despertar de este magnífico momento. Sin
embargo él, aunque con los brazos más estirados, no quita las manos de mi
cintura.
-¿Qué haces aquí? –repite lo último que me ha dicho justo antes de
nuestro corto acercamiento.
-Tengo una especie de cita.
-¿Has conocido a la madre de Monique?
-Sí, y a su tía. Parecen personas muy amable.
-Sin duda, Monique lo es –dice refiriéndose a la madre-. A la otra mujer
no he tenido el placer de conocerla. ¿Cómo llegaste a parar aquí?
-Bueno, la verdad es que todo es un poco extraño –ahora recuerdo cuándo
creía que Monique era la chica de la que estaba enamorado y yo, en parte, me
sentía celosa y quería averiguar quién era-. ¿Recuerdas que me diste su
dirección hace tiempo para recuperar mi guitarra?
-Claro.
-Bueno, ayer me pasé por aquí. No pretendía conocer a nadie, pero la
situación se dio de tal forma que acabé sabiendo lo de tu hermana… Lo siento
tanto, Drew. No imagino lo que es que te ocurra algo así.
-Es algo que no le deseo a nadie –dice hundiendo su mirada en el suelo-.
¿Sabes por qué ha muerto?
-No. No me dijeron nada. Lo dejaron todo en el aire.
-¿Por eso estás hoy aquí?
-No realmente. No quiero que Monique pase un mal rato contándome lo que
le pasó a su niña, debe de ser muy doloroso recordarlo para contárselo a una
desconocida. Simplemente me invitó a cenar, supongo que para despejarse.
¿Sabes? Ayer salió de su habitación por primera vez gracias a mí –digo
alegremente.
-¿Sí? La verdad es que tienes un don especial. Bueno, tienes muchos,
pero uno de los que más me gusta es que haces sentir bien a las personas.
Sus palabras me hacen ruborizar. La sangre fluye por mi cuerpo hasta mis
mejillas y noto una gran sonrisa en mi rostro.
-Vaya, gracias.
Nos quedamos
en silencio unos instantes. Él se separa de mí definitivamente, pero no deja de
mirarme.
-Bueno,
entonces creo que debería dejar que entres.
-No te preocupes,
creo que he venido demasiado pronto. La tarta que he hecho aún está caliente.
-Mmm… ¡tarta!
–tras decir eso, sus tripas rugen y nos hacen reír a ambos.
-¿Es que
tienes a Mufasa¹ en tu interior?
-Hoy no
he comido.
-¿Por qué
no?
-Bueno,
eso no importa.
Mufasa¹: Personaje de El
Rey León.
Quizá no
tuviera apetito especialmente hoy.
-A lo mejor
a Monique no le importa que cenes con nosotros.
-No te preocupes
Ali. Estaré bien. Voy a comprarme algo ahora.
-Está bien
–asiento y sonrío.
-Ali, ¿puedo
decirte algo?
-Claro.
-Prométeme
que nunca vas a dejar de intentarlo, ¿vale? –sé que se refiere a mi guitarra- Tienes
talento, y puedo ver en tus ojos, igual que tú lo puedes ver en los míos, que la
música es lo tuyo. Pero tú puedes ir más allá, tú tienes más posibilidades, así
que antes de irme, quiero que me prometas que vas a mandar a la mierda la cafetería,
la universidad, y vas a luchar por ello, ¿de acuerdo? –sus palabras me dejan sin
respiración.
-Sí –asiento
tímidamente.
-Me alegro
mucho de haberte conocido –dice finalmente sonriendo de forma nostálgica.
-¡Chicos!
-nos grita desde la puerta Monique- ¡Entrad!
-Dile que
tenía que irme –me dice casi al oído Drew. Entonces, se funde en otro abrazo conmigo,
más corto, más amigable. Luego se vuelve a separar de mí rápidamente- y soluciona
lo tuyo con Eliot.
Ahora sí
que se me corta la respiración. ¿A qué viene eso? ¿Y los abrazos? ¿Y toda esta situación?
No entiendo nada.
Entonces
se acerca y me da un ligero beso en la mejilla. Antes de que se dé la vuelta para
marcharse, lo miro directamente a los ojos, y los noto como humedecidos, demasiado
brillantes. Finalmente, ya de espaldas a mí, saluda con la mano a Monique e inicia
su camino.
Yo me quedo
observándolo un momento, y después voy al coche a por la tarta y la botella para
intentar disfrutar de mi cena con Monique. Realmente, necesito olvidarme de este
día. Ha sido demasiado raro.
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