07 diciembre, 2015

Acordes de amor y despedidas - Capítulo 22

La cafetería en los días de Navidad tiene aún más vida que de costumbre. Eliot se pasa las tardes sentado en la barra con su ordenador haciendo trabajos y resúmenes que lleva atrasados. De vez en cuando me pide un café.

—¿Cómo duermes por las noches? —le pregunto en una de estas ocasiones que la cafetería está tranquila.

—Creo que ya estoy tan acostumbrado al café que ni me hace efecto.

Salgo de detrás de la barra y me acerco a su ordenador a observar qué escribe.

—¿En serio no vas a ir a casa estas navidades?

—Muy en serio —dice sumergido en su tarea.

—No sé, a mí me gustaría que mi hijo viniera a verme en esta época.

—A mis padres les da igual. Creo que quieren más a mi ex que a mí —dice con desprecio.


Asiento tristemente y entonces me rodea por la cintura y me acerca a él. Apoyo mi barbilla en su hombro y le rodeo levemente con mis brazos. Al fondo veo a Drew. El dinero que le echan rebosa la funda de su violín abierta. Está completamente metido en sus villancicos. Agradezco que no vea este momento. Eliot me da un beso en el cuello y se me escapa una risa tonta. Me separo de él y aún con mis manos sobre sus hombros le miro a los ojos.

—Te he enseñado bien –dice.

—¿Qué?

—Lo de las miradas.

—Aún recuerdas aquélla conversación.

—Recuerdo muchas cosas. Aunque no lo creas. ¿Me vas a enseñar entonces el vestido que te has comprado?

—No. Ya lo verás cuando sea la noche. ¿Va a ir Steven?

—Sí —asiente rotundamente.

—Creo que deberías empezar de cero con él. Bueno, deberíamos.

—La que debe empezar de cero con él es Kat.

—Sí. Y lo hará. Pero no aún.

—Ella es más dura que tú —dice haciendo alusión a lo que pasó entre nosotros.

—Yo sé perdonar.

—Estoy seguro de que ella también. Oye, ¿quieres ser la DJ de la fiesta?

—¿Crees que tengo tiempo para preparar música? —hago una señal con mis brazos abiertos entorno a la cafetería.

—Es que yo para eso soy algo malo. Ya sabes lo que a mí me gusta.

—Sí, los setenta y los ochenta —digo como si lo repitiera al unísono con un gran público—. A mí también es eso lo que me gusta.

—Lo sé, pero tú tienes un don para la música.

—Está bien, haré lo que pueda —refunfuño.


Me agacho un poco para darle un beso en los labios y volver a mi trabajo. Esta vez, me doy cuenta de que Drew sí nos ha visto y, no puedo comprender por qué, me siento abrumada, casi culpable de haber provocado que él haya visto mi beso con Eliot. 

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