La cafetería
en los días de Navidad tiene aún más vida que de costumbre. Eliot se pasa las
tardes sentado en la barra con su ordenador haciendo trabajos y resúmenes que
lleva atrasados. De vez en cuando me pide un café.
—¿Cómo duermes
por las noches? —le pregunto en una de estas ocasiones que la cafetería está
tranquila.
—Creo que ya
estoy tan acostumbrado al café que ni me hace efecto.
Salgo de
detrás de la barra y me acerco a su ordenador a observar qué escribe.
—¿En serio no
vas a ir a casa estas navidades?
—Muy en serio —dice
sumergido en su tarea.
—No sé, a mí
me gustaría que mi hijo viniera a verme en esta época.
—A mis padres
les da igual. Creo que quieren más a mi ex que a mí —dice con desprecio.
Asiento
tristemente y entonces me rodea por la cintura y me acerca a él. Apoyo mi
barbilla en su hombro y le rodeo levemente con mis brazos. Al fondo veo a Drew.
El dinero que le echan rebosa la funda de su violín abierta. Está completamente
metido en sus villancicos. Agradezco que no vea este momento. Eliot me da un
beso en el cuello y se me escapa una risa tonta. Me separo de él y aún con mis
manos sobre sus hombros le miro a los ojos.
—Te he
enseñado bien –dice.
—¿Qué?
—Lo de las
miradas.
—Aún recuerdas
aquélla conversación.
—Recuerdo
muchas cosas. Aunque no lo creas. ¿Me vas a enseñar entonces el vestido que te
has comprado?
—No. Ya lo
verás cuando sea la noche. ¿Va a ir Steven?
—Sí —asiente
rotundamente.
—Creo que
deberías empezar de cero con él. Bueno, deberíamos.
—La que debe empezar de cero con
él es Kat.
—Sí. Y lo
hará. Pero no aún.
—Ella es más
dura que tú —dice haciendo alusión a lo que pasó entre nosotros.
—Yo sé
perdonar.
—Estoy seguro
de que ella también. Oye, ¿quieres ser la DJ de la fiesta?
—¿Crees que
tengo tiempo para preparar música? —hago una señal con mis brazos abiertos
entorno a la cafetería.
—Es que yo
para eso soy algo malo. Ya sabes lo que a mí me gusta.
—Sí, los setenta
y los ochenta —digo como si lo repitiera al unísono con un gran público—. A mí
también es eso lo que me gusta.
—Lo sé, pero
tú tienes un don para la música.
—Está bien,
haré lo que pueda —refunfuño.
Me agacho un
poco para darle un beso en los labios y volver a mi trabajo. Esta vez, me doy
cuenta de que Drew sí nos ha visto y, no puedo comprender por qué, me siento abrumada,
casi culpable de haber provocado que él haya visto mi beso con Eliot.
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