"Lágrimas sobre mi guitarra" Capítulo 2

Capítulo 2

  Papá depositó su plena confianza en mí, me apuntó a clases de guitarra y cada noche, antes de irme a la cama, ensayábamos juntos una canción. Esto fue así hasta que empecé a componer mis propias canciones a la edad de catorce años, entonces papá seguía viniendo cada noche a mi habitación, pero sólo para escucharme tocar la nueva estrofa que me había inventado ese día.

  En mis entonces inocentes canciones hablaba sobre mi familia, el colegio, las vacaciones... poco a poco, las letras y las melodías fueron madurando a consecuencia de la ampliación de mis horas de ensayo.

  Finalmente, a la edad de quince años, la que era mi única amiga y confidente era la misma que me había hecho apartarme de la sociedad. Por aquel entonces, solo tenía a mí familia.

  Me gustaba ir al instituto por el hecho de que era el lugar que me confería más ideas para mis canciones: las amigas que peleaban por un mismo chico, la popular, el rompe corazones, el primer amor, los bailes, las animadoras, los pardillos, las discriminaciones de grupos, las aburridas clases, el profesor insoportable... observar a mis compañeros y a la demás gente con la que me cruzaba continuamente durante esas cinco o seis horas de clase diarias hacía que llenara mi cuaderno de ideas, cada vez más incesantemente, hasta que mi diario de canciones se convirtió en mi principal aliado y algo imprescindible para mí.

  Temía por el momento en el que todas las hojas de mi diario estuvieran llenas. Pero eso nunca ocurrió. Siempre podía echar un vistazo atrás y ver sobre lo que ya había escrito. Aún quedan unas diez páginas libres. Pero por el momento, nunca serán rellenadas, al menos con más canciones.

  En ocasiones, mamá se enfadaba conmigo porque los fines de semana siempre me quedaba en casa tocando la guitarra. Iba con mi guitarra y mi diario de canciones de mi habitación, al porche, a la cocina, al salón, al último escalón de las escaleras... Además, yo siempre era la chica que iba a los bailes del instituto sin pareja, me quedaba sentada a un lado de la sala observando a la gente, me subía a tocar varias canciones-siempre por sugerencia de mi padre al consejo encargado de la organización del baile-y me volvía a casa a darle melodía a las letras que esa noche había escrito.

  Mamá quería que fuese como las demás. Que le hablara de chicos, que me alisara el pelo cuando todas se lo alisaban, que me comprara los pantalones que todas se compraban, que me pasara las horas hablando por teléfono con mi mejor amiga.

  Sin embargo, yo siempre llevaba mi pelo rubio ondulado con la ralla al lado, mis vestidos retro con botas, zapatillas o cualquier zapato plano y mi bandolera marrón con mi diario de canciones dentro. Por otro lado, mi mejor amiga no hablaba.

  A veces sentía celos de los demás. Yo quería dar mi primer beso, quería bailar con un chico, quería disfrazarme en Halloween con mis amigos y no ser la que abre la puerta para repartir caramelos... quería ser una chica del montón.

  Pero mi pasión por mi guitarra me hacía olvidarme de ello y, a pesar de las inagotables insistencias de mi madre en que fuera a la universidad, yo decidí abrirme camino con mi guitarra y tocar en todos los locales que me fuera posible, ya fuera en concursos, en fiestas y celebraciones, cobrando por hacerlo o sin cobrar...

"Lágrimas sobre mi guitarra" Prólogo

"Lágrimas sobre mi guitarra" Capítulo 1 

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