15 septiembre, 2011

"Lágrimas Sobre Mi Guitarra" Capítulo 8 - 2ª parte

  -En fin -mejor busco otro tema-. ¿Y de dónde eres?
  -De New Castle.
  -Eso no está tan lejos como para no poder ir a pasar el fin de semana allí.
  -Lo sé pero no me apetecía ir. Estoy bien aquí.
  -¿Solo? -le pregunto sarcástica.
  -Ahora no estoy solo, sino contigo.
  -Ya pero, no sé. Yo en tu lugar hubiera preferido ir a casa.
  Se me queda mirando.
  -No me apetecía -vuelve a decir tras unos segundos.
  -De acuerdo -lo he captado. No quiere que le pregunte más sobre ello.
  Nos quedamos callados, observando nuestro alrededor. Me siento mal porque quizá haya metido la pata. Por fin, nuestra comida llega.
  -Qué hambre -dice él rompiendo el hielo.
  -Yo también me muero de hambre.
  Ponemos atención a nuestras respectivas hamburguesas, pero continuamos hablando.
  -¿Y qué le pasa a tu abuela? Si se puede saber.
  -La cadera. Le han operado hoy, pero ya está todo bien. Mañana podré verla -me alegro de poder decir estas palabras.
  -Parece que estás muy unida a tu familia. ¿Me equivoco?
  -¿Por qué lo dices?
  -Por el tema este de tu abuela, hoy te he visto realmente afectada por ello. Y también cuando te he visto con tus padres. Me ha dado esa sensación.
  -Sí. Me preocupo mucho. Quizá más de lo que debería.
  -Nunca está mal preocuparse de más. Así demuestras cuándo algo o alguien te importa realmente.
  -Quizá lleves razón.
  -La llevo -bromea-. Debes tener muy buenos amigos.
  -Bueno... -ha llegado el tema que estaba temiendo.
  Pero él en vez de continuar hablando, se queda en silencio y me mira a los ojos. Yo sostengo la mirada unos segundos, pero finalmente me rindo y agacho la mirada tímidamente.
  Él se ríe.
  -¿Te da vergüenza que te mire?
  -No sé aguantar las miradas.
  -Deberías aprender. Es algo muy importante.
  -¿Importante por qué? -pregunto mientras intento imaginar por qué iba a ser importante mirar o dejar de mirar a los ojos.
  -Por el tema de las mentiras. Si agachas la mirada, mientes; si miras directamente a los ojos, dices la verdad.
  -O miento demasiado bien.
  -Sí -exclama entre pequeñas risas.
  Él sigue mirándome a los ojos y los míos vagan alternándose entre los suyos y mi plato.
  -Cuando tengas novio y le digas “te quiero” no te va a creer -bromea.
  -Eso no me importa por el momento.
  -¿Y qué es lo que te importa?
  -Que los profesores me crean, por ejemplo.
  -¿Es que le dirías a un profesor que le quieres? -se mofa.
  -¡No! Quiero decir... -entonces me interrumpe.
  -Alison, Alison...sé sincera, ¿has intentado camelar hoy a alguno de los profesores?
  Le miro con desprecio pero en broma.
  -En serio -dice esta vez un poco más formal-. No he entendido lo de que los profesores te crean.
  -Me refería a que no crean que copio en los trabajos, en los exámenes... y que les hago la pelota. Ya sabes.
  -Ah. Pues creo que deberías practicar -vuelve a burlarse.
  -¿Practicar las miradas? -pregunto extrañada.
  -Y las mentiras.
  -¡Yo no miento! -digo un poco ofendida y después me río.
  -Comprobémoslo. Pero tienes que responder rápido, muy rápido. Y no olvides las miradas.
  -Vale -respondo rindiéndome a su juego.
  Carraspea un poco la garganta.
  -¿Cuántos años tienes? -suelta muy rápido.
  -Dieciocho.
  -Fecha de cumpleaños.
  -Trece de diciembre.
  -Olvidas el año -me recuerda.
  -1991 -mientras digo esto se me traba la lengua, pero me doy cuenta de que estoy manteniendo su mirada.
  -¿Tienes novio?
  -No -ahora agacho la mirada.
  -¡Tienes novio! -dice sorprendido y burlón al mismo tiempo.
  -¡No! -exclamo y, al instante me avergüenzo de mi muy elevado tono de voz.
  -Me has dejado de mirar a los ojos.
  -Pero no es porque estuviera mintiendo. Es porque no me gusta que me pregunten con respecto a eso.
  -Bueno pero yo no soy tu abuela, ni tus tíos ni nada de eso. No es lo mismo que te pregunten ellos a que te pregunte yo.
  -¿Qué quieres decir?
  -Que cada uno te lo preguntamos con un fin diferente.
  -¿En qué sentido me lo preguntas tú?
  -¿Yo? Por nada, por saberlo...
  -¿Sería malo si te hubiera dicho que sí?
  -Para nada, ¿por qué?
  -No sé.
  -¿Qué pensarías tú si lo tuvieras?
  -Nada malo. En cualquier situación, solo trato de ser amable contigo -me mira con cara de no entender por dónde voy-. Quiero decir, que aunque lo tuviera, habría quedado contigo para salir esta noche.
  -Llevas razón. Aunque seguramente tu novio no pensaría igual, pero no tiene nada de malo quedar con un amigo.
  -Pero tú y yo no somos amigos.
  -Quién te dice que no lo seremos en un futuro?
  -Yo no he dicho eso -me defiendo.
  -Me estás mirando a los ojos.
  -Porque estaba siendo sincera.
  -Eso me gusta.
 Noto el calor en mis mejillas. Me sale una pequeña sonrisa y agacho la cabeza intentando esconder mi cara.
  -Aún así prefiero que no tengas novio -vuelve a intervenir.
  -No lo tengo -repito para asegurarlo.
  De repente me siento como nunca antes me había sentido. Recorre por mi barriga una sensación de bienestar de una forma novedosa para mí. Por mi mente pasan recuerdos fugaces de los cuales no me apetece hablar. Eliot y yo mantenemos una conversación constante y agradable, pero nada del pasado. Reímos. Hablamos de nuestras familias, de las clases de hoy, de nuestra comida favorita, de la música que nos gusta... Conecto como nunca había conectado con otra persona. Me gusta esta sensación.
  -Por cierto, ¿me dijiste antes que naciste en 1991? -me pregunta curioso.
  -Sí, ¿por qué?
  -¿Por qué vas con un curso de retraso?
  El tiempo se para alrededor durante un momento. Se refiere al año que he perdido actuando por pequeños bares. No quiero hablarle de eso. No quiero que sepa que he perdido el tiempo en algo patético. “Quiero ser cantante”. No. No quiero contarle eso. Es demasiado de película, demasiado infantil. Piensa, Alison, piensa en algo creíble. Mi mirada está perdida a la espalda de Eliot. Entonces vuelvo a mirarle a la cara.
  -Bueno...
  -¿Estás bien? -me corta- Parecías un poco “ida”.
  -Sí, estoy bien -sonrío-. ¿Nos vamos?
  -¿Ya te quieres ir a casa?
  -¡No! Podemos ir a dar un paseo.
  Pagamos y nos levantamos. Él me deja pasar y me pone la mano en la espalda. Un pequeño escalofrío me recorre por todo el cuerpo. Para disimular, miro la hora: son casi las doce. Me doy cuenta de que es demasiado tarde y deberíamos dejar lo del paseo para otro día.
  -Oye Eliot -digo un poco indecisa mientras nos dirigimos a su coche-. Creo que es tarde y puede que mis padres estén un tanto preocupados.
  Da un par de zancadas y se pone delante de mí.
  -¿Dejamos lo del paseo para mañana? -me dice.
  -Sí -le digo casi en una súplica.
  -No te preocupes. Te llevo a casa.
  Subimos al coche y le indico el camino hacia mi casa. No hablamos nada durante el trayecto. Nos limitamos a escuchar la radio. Al llegar me fijo en las luces de casa. La luz del salón y de la cocina están encendidas. Me desabrocho el cinturón y me dispongo a bajar.
  -Gracias -digo a Eliot justo antes de cerrar la puerta.
  -Te llamo mañana, ¿vale?
  Asiento con la cabeza y seguidamente me doy la vuelta y camino hacia casa.
  Una vez en mi habitación, no consigo conciliar el sueño. Era papá el que estaba levantado y al llegar, se ha limitado a darme un beso e irse a la cama.
  Miles de pensamientos me recorren. ¿Es esto lo que se siente cuando alguien te empieza a gustar? Tengo unas ganas inmensas de volver a verlo. ¿Se habrá aburrido conmigo? A mi parecer, no, pero quién sabe... Parecía el típico popular del instituto, pero ha resultado no ser así. O puede que en el fondo no todos sean tan idiotas sino que son más amables cuando los conoces. ¿Qué pensará de mí? ¿A qué hora me llamará mañana?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Críticas y comentarios