13 septiembre, 2012

Desde mi ventana - Parte 1

  Soñaba, como era habitual, con la casa que tendría de mayor, cuando tuviera una familia. Una casa que simulara un pequeño castillo, con un torreón, balcones a lo Romeo Y Julieta y con hiedra que rodea las ventanas. Por supuesto, un enorme jardín en el que hubiera una de esas casetas de madera redondas que parecen tan románticas en las películas americanas...
  Cualquier pensamiento para olvidar que mi pequeño gato se había perdido. Dos días desaparecido. Mamá decía que ya no volvería. Pero alguien llamó al timbre, cogí el telefonillo y contesté. 
  -¿Se os ha perdido un gato? -dijo una voz masculina.
  -¡Sí! -grité eufórica y, sin importarme mis pintas (pijama, pelo recogido a lo "llevo tres días en el campo sin poder lavarme el pelo", con unas ojeras tremendas y con un brote de acné en mi infantil cara), salí corriendo a abrir la puerta.
  Cuando de frente me encontré con un muchacho alto y delgado, pelo castaño y piel morena. Bastante guapo. Aunque de todo esto no fui consciente hasta varios días después, ya que la euforia de que mi amigo había vuelto era demasiado grande.
  Le agradecí mil veces que lo trajera a casa, con lágrimas en los ojos. Después pensaba, "Dios mío, debió verme horrible. Con ese aspecto..."
  Una vez fui consciente, comencé a pensar. Hacía mucho tiempo que no lo veía. Digamos que es el chico guapo de mi barrio y, además, llevo viéndolo en el colegio desde los cuatro años. Él tan sólo iba un curso por delante mía. Pero nunca lo había visto tan apuesto como hasta ahora. ¿Qué habría pensado él de mí al verme tan desaliñada? 
  Aiiis... no bastó nada más que un minuto para empezar a soñar con Álex.



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