23 julio, 2013

Desde mi ventana - Parte 5

  Había algo. Sabía que había algo entre nosotros. Sabía dónde vivía, ¿qué me impedía ir a su puerta, tocar el timbre e iniciar una conversación con él? Nada. Tras varios días meditándolo, aburrida en las calurosas jornadas de verano, lo hice.
  De repente, me encontré con el dedo índice de mi mano derecha pulsando el timbre. Mientras esperaba respuesta, el corazón se aceleró hasta alcanzar la velocidad del sonido. O eso parecía. Una chica rubia, de pelo largo, piel morena y ojos azules abrió la puerta. Llevaba puesto unos shorts vaqueros y el sujetador del bikini nada más. La verdad, era bastante guapa.
-            -¿Sí? –dijo, extrañada al verme allí.
-            -Hola –dije yo, bastante avergonzada.
-            -¿Qué te trae por aquí?
-            -Estaba buscando… mmm… ¿está Álex?
-            -Sí, un momento –se dio la vuelta y se adentró en la oscuridad de la casa- ¡Álex! –gritó. Yo me sobresalté-ya viene- dijo, dirigiéndose a mí de nuevo.
-            -Vale.
        Me quedé allí esperando más o menos un minuto hasta que él llegó.
-           -¿Hola? –su tono delataba confusión.
-           -¿Qué haces? –dije. Justo en el breve periodo de tiempo que tardó en contestarme me paré a pensar mil cosas: “he sido muy grosera”, “pensará que soy idiota”, “la he cagado”.
-            - Me alegra verte. ¿Quieres pasar? –me dijo amablemente. Él llevaba sólo puesto su bañador. Mientras todo esto ocurría, yo me deleitaba en secreto mirando su cuerpo, bastante perfecto bajo mi punto de vista.
-            -Gracias –sonreí y me adentré. Me llevó hasta un patio trasero donde había una piscina.
-            -Y bien, cuéntame –dijo a la espera de que me explicara.
-            -¿Qué tal estás?
-            -Bien, ¿y tú? –se sentó en el borde de la piscina e introdujo sus pies en el agua.
-            -¿Puedo…?
-            -Sí, claro, siéntate – me senté a su lado pero de espaldas a la piscina. Mientras, la chica rubia salió al patio, cogió un libro que había sobre una hamaca y volvió al interior de la casa.
-            -Oye, quería pedirte disculpas –empecé- por no saludarte el otro día.
-            -No importa –dijo un poco molesto-. Bueno y qué, ¿te has puesto celosa de mi novia? –dijo en tono burlón.
-            -¿Tienes novia? -saltaron mis alarmas.
-            -Sí, la acabas de conocer.
-            -Idiota, sé que es tu hermana –soltó una carcajada.
-            -Sólo quería picarte -reía-. ¿Y tu chico?
-            -Ya no hay chico –se hizo un breve silencio.
-            -¿Y qué hay del café que me debías? –me alegré de que cambiara de tema y no hiciera incómoda la situación con aquel asunto.
-            -¡Madre mía! Hace ya casi un año de eso… pero cuando quieras –sonreí.
-            -Más bien, cuando tú quieras. Pero que sea antes de que vuelvas a la universidad o de que tengas un nuevo novio –bromeaba.
-            -Te lo prometo –dije, sincera.
-            -Supongo que no llevarás bikini.
-            -No sabía que teníais piscina aquí.
-            -Entonces tengo una buena escusa para tirarte al agua y para que vuelvas empapada a casa –hizo el amago de chapotear con los pies.
-            -No te atrevas –le reté.
        Entonces cruzó su brazo izquierdo por delante de mí hasta agarrarme por mi hombro derecho y con su otra mano me sostuvo por la espalda. Me echó hacia atrás y me dejó medio cuerpo en vilo sobre el agua. Yo me asusté, pero me tenía bien sujeta para que no cayera. Noté cómo las puntas de mi largo pelo se mojaban, pero no me importó.
-            -Esta noche –me dijo con su cara a no más de diez centímetros de la mía. Sentí que me ponía bizca mirándole a los ojos tan de cerca.
-            -¿Un café por la noche? –le vacilé.
-            -No te burles de mí, o te tiro a la piscina –amenazó.
-            -Está bien, está bien. Haré lo que tú quieras, ¡pero no me hagas daño por favor! –actué.

  Justo entonces, su hermana volvió a salir al patio. Yo seguía sostenida por los brazos de Álex. Ella se quedó parada, mirándonos. Y nosotros torcimos la cabeza hacia ella, paralizados.
-            -Te presento a mi hermana Teresa –dijo.
-            -Encantada –le dije.
-            -Ya nos conocíamos –dijo Teresa. Se dio cuenta de que sobraba en aquel espacio y rápidamente entró en la casa de nuevo.
-            -Sí… ya nos conocíamos –dije yo, aún sobre el agua.
-            -Trae el bikini esta noche.
-            -Un café por la noche en una piscina… vaya. ¡Qué interesante!
 Volvió a ponerme derecha. Y me preparé mentalmente para mi primera cita con este misterioso chico.

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