Había algo. Sabía que había algo entre nosotros. Sabía dónde
vivía, ¿qué me impedía ir a su puerta, tocar el timbre e iniciar una
conversación con él? Nada. Tras varios días meditándolo, aburrida en las
calurosas jornadas de verano, lo hice.
De
repente, me encontré con el dedo índice de mi mano derecha pulsando el timbre.
Mientras esperaba respuesta, el corazón se aceleró hasta alcanzar la velocidad
del sonido. O eso parecía. Una chica rubia, de pelo largo, piel morena y ojos
azules abrió la puerta. Llevaba puesto unos shorts vaqueros y el sujetador del
bikini nada más. La verdad, era bastante guapa.
- -¿Sí? –dijo, extrañada al verme allí.
- -Hola –dije yo, bastante avergonzada.
- -¿Qué te trae por aquí?
- -Estaba buscando… mmm… ¿está Álex?
- -Sí, un momento –se dio la vuelta y se adentró en
la oscuridad de la casa- ¡Álex! –gritó. Yo me sobresalté-ya viene- dijo,
dirigiéndose a mí de nuevo.
- -Vale.
Me quedé allí esperando más o
menos un minuto hasta que él llegó.
- -¿Hola? –su tono delataba confusión.
- -¿Qué haces? –dije. Justo en el breve periodo de
tiempo que tardó en contestarme me paré a pensar mil cosas: “he sido muy
grosera”, “pensará que soy idiota”, “la he cagado”.
- - Me alegra verte. ¿Quieres pasar? –me dijo
amablemente. Él llevaba sólo puesto su bañador. Mientras todo esto ocurría, yo
me deleitaba en secreto mirando su cuerpo, bastante perfecto bajo mi punto de
vista.
- -Gracias –sonreí y me adentré. Me llevó hasta un
patio trasero donde había una piscina.
- -Y bien, cuéntame –dijo a la espera de que me
explicara.
- -¿Qué tal estás?
- -Bien, ¿y tú? –se sentó en el borde de la piscina
e introdujo sus pies en el agua.
- -¿Puedo…?
- -Sí, claro, siéntate – me senté a su lado pero de
espaldas a la piscina. Mientras, la chica rubia salió al patio, cogió un libro
que había sobre una hamaca y volvió al interior de la casa.
- -Oye, quería pedirte disculpas –empecé- por no
saludarte el otro día.
- -No importa –dijo un poco molesto-. Bueno y qué,
¿te has puesto celosa de mi novia? –dijo en tono burlón.
- -¿Tienes novia? -saltaron mis alarmas.
- -Sí, la acabas de conocer.
- -Idiota, sé que es tu hermana –soltó una
carcajada.
- -Sólo quería picarte -reía-. ¿Y tu chico?
- -Ya no hay chico –se hizo un breve silencio.
- -¿Y qué hay del café que me debías? –me alegré de
que cambiara de tema y no hiciera incómoda la situación con aquel asunto.
- -¡Madre mía! Hace ya casi un año de eso… pero
cuando quieras –sonreí.
- -Más bien, cuando tú quieras. Pero que sea antes
de que vuelvas a la universidad o de que tengas un nuevo novio –bromeaba.
- -Te lo prometo –dije, sincera.
- -Supongo que no llevarás bikini.
- -No sabía que teníais piscina aquí.
- -Entonces tengo una buena escusa para tirarte al
agua y para que vuelvas empapada a casa –hizo el amago de chapotear con los
pies.
- -No te atrevas –le reté.
Entonces cruzó su brazo izquierdo
por delante de mí hasta agarrarme por mi hombro derecho y con su otra mano me
sostuvo por la espalda. Me echó hacia atrás y me dejó medio cuerpo en vilo
sobre el agua. Yo me asusté, pero me tenía bien sujeta para que no cayera. Noté
cómo las puntas de mi largo pelo se mojaban, pero no me importó.
- -Esta noche –me dijo con su cara a no más de diez
centímetros de la mía. Sentí que me ponía bizca mirándole a los ojos tan de
cerca.
- -¿Un café por la noche? –le vacilé.
- -No te burles de mí, o te tiro a la piscina
–amenazó.
- -Está bien, está bien. Haré lo que tú quieras,
¡pero no me hagas daño por favor! –actué.
Justo entonces, su hermana volvió a salir
al patio. Yo seguía sostenida por los brazos de Álex. Ella se quedó parada,
mirándonos. Y nosotros torcimos la cabeza hacia ella, paralizados.
- -Te presento a mi hermana Teresa –dijo.
- -Encantada –le dije.
- -Ya nos conocíamos –dijo Teresa. Se dio cuenta de
que sobraba en aquel espacio y rápidamente entró en la casa de nuevo.
- -Sí… ya nos conocíamos –dije yo, aún sobre el
agua.
- -Trae el bikini esta noche.
- -Un café por la noche en una piscina… vaya. ¡Qué
interesante!
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