Capítulo 21
Son las nueve de la mañana y me dirijo bajo el frío congelante que se
concentra en el interior de mi coche hacia la facultad. Uno de los primero
aparcamientos que encuentro libres está justo al lado de donde Eliot ha dejado
su coche. Ya conoce por dónde me gusta dejar el mío y hace tiempo que él lo
deja por el mismo sitio.
Al entrar en clase, busco sobre todas las cabezas, la de Kat. Allí donde
está, me siento en el pupitre que me ha guardado a su lado. Varias filas más
adelante están Eliot y Steven están sentados separados por varios pupitres. Es
entonces cuando me doy cuenta de que Eliot también me guarda un sitio a su
lado.
-¿Cómo estás? –suelto como saludo a Kat mientras me acomodo en mi
asiento- Dios, odio estos pupitres. No hay espacio para dejar tantas cosas… los
bolígrafos, los folios, la carpeta, el bolso, el abrigo, el paraguas… para ser
una universidad de tanto prestigio ya podría estar un poco mejor habilitada –en
medio de mi monólogo percibo que Kat está con la mirada perdida sin escuchar ni
uno de los graznidos que salen de mi boca. No, no tiene la mirada perdida, sino
que la tiene fija en Steven. Termino de ajustarme en mi pupitre y escribo mi
nombre en la esquina superior derecha del primer folio, tal y como hacía en el
colegio.
¿En qué clase de lío me he metido? Todo va hacia atrás. Creí que las
cosas mejorarían al deshacerme de mi guitarra pero no… tengo un trabajo que
odio, me gustan dos chicos, hago una carrera de la que no estoy segura, creo
que mis pocos y nuevos amigos me odian…
-¿Por qué nunca me hablas de ti? –me sorprende Kat en mitad de mis
pensamientos.
-Sí te hablo de mí. Te cuento mis cosas, lo de Eliot, y todo eso.
-No, lo poco que me cuentas es porque yo te pregunto y a trancas y
barrancas sueltas algo.
-Bueno pero, ¿por qué saltas ahora con esto, Kat?
-No sé. Simplemente quiero ser una amiga en la que se pueda confiar.
-Y yo confío en ti Kat pero es que simplemente yo soy más de guardarme
cierto tipo de cosas para mí misma.
-Sí, como me dijo tu madre, te tienen que sacar las palabras con
sacacorchos. Eres un vino duro de abrir.
-¿Mi madre? ¿Cuándo te ha dicho ella eso?
-No importa.
-¿Cuánto hace que nos conocemos?
¿Cuatro meses, quizás?
-Más o menos. ¿Qué vas a hacer estas Navidades?
-Estar con mi familia, supongo. ¡Ah! Eliot va a hacer una fiesta en su
apartamento por Año Nuevo. ¿Y tú?
-No lo sé –concluye secamente Kat la conversación tras el portazo que el
profesor da para hacernos saber que la clase acaba de comenzar.
-¿Por qué estás tan rara? –murmuro acercándome al oído de mi amiga
mientras sigo con la mirada los pasos del profesor.
-No lo sé –responde Kat en un tono más alto de lo adecuado.
-Deja de decir “no lo sé”, por favor. ¿Quieres venir a mi casa a comer
hoy?
-No me apetece, gracias.
-Venga, tonta… si sé que estás deseando –le digo camaleónica-. Hoy mi
madre va a preparar pasta a la boloñesa con todos los condimentos que tú sabes
que ella le echa y que hacen su comida tan rica. Además ayer hizo un bizcocho
de naranja, de esos que tienen la base esponjosa y jugosita… mmmm
–sorprendentemente consigo que Kat sonría.
-Vaaale… si te empeñas.
Levanto mi dedo pulgar derecho en señal de aprobación y ella hace lo
mismo, juntando nuestros dedos, haciendo nuestra seña de identidad amistosa.
Cinco horas más tarde, cojo a Kat por el brazo y la obligo a aligerar su
marcha en un intento casi imposible de despistar a Eliot. En un intercambio de
clase me metí en el baño y le envié un mensaje al móvil a mamá exigiéndole la
comida que tiene que preparar hoy para que Kat quede satisfecha. Obviamente, lo
de la pasta y el bizcocho era sólo un aliciente para camelar a Kat. Espero que
mamá se pusiera manos a la obra a tiempo.
He esquiado a Eliot durante toda la mañana aunque no sé cómo lo he
conseguido. No quiero acabar el último día de clase antes de Navidad con un
sabor amargo tras verlo.
Mientras sigo tirando de Kat y ésta refunfuña por ello, de repente
Steven pega un salto frente a nosotras y nos interrumpe el camino.
-Kat, ¿podemos hablar?
-Hola Steven –digo haciéndole ver su maleducada aparición.
-Ah, hola –responde desinteresado y vuelve a lo suyo-. Por favor Kat,
sólo déjame explicarte. Por favor, no me hagas pasar unas navidades amargas.
-Te he dicho mil veces que no –dice Kat mirando hacia arriba. Es tan
bajita y tan adorable. Me da pena su falta de autoestima.
-Steven, ¿podéis hablar en otro momento? Llevamos un poco de prisa.
-¿Hablar? Si no estamos hablando. Nosotros no hablamos, ¿vale? Y nunca
más vamos a hablar –dice Kat.
Todo me parece demasiado absurdo así que le digo un “adiós” apático a
Steven y Kat y yo lo rodeamos.
Varios minutos más tarde estamos montadas en el coche y sin habernos
puesto aún los cinturones saco el auto de la plaza por temor a que Eliot, cuyo
coche aún sigue aquí, aparezca en cualquier momento.
-Vaya, Fernando Alonso. Déjame ponerme mi cinturón al menos antes de
estrellarnos –bromea Kat.
-¿Fernando Alonso? ¿Ese no es un piloto de carreras español?
-De Fórmula 1, concretamente. Veo que controlas del tema.
-No me gusta la Fórmula 1 ni nada de eso, pero he sido hija única
durante diecinueve años y mi padre ha intentado siempre sacar mi lado
masculino.
-Sí, sí. Pero aminora la marcha, por favor –dice Kat medio asustada por
mis cincuenta kilómetros por hora dentro de la ciudad.
-Lo siento –me disculpo mientras levanto el pie del acelerador poco a
poco.
-¿Qué es lo que te pasa? ¿Quieres matarme para dejarte más bizcocho o
qué? A ti te pasa algo, ¿verdad que no me equivoca?
-Ais, Kat, deja las preguntas –me quejo.
-Has evitado todo el día a Eliot. Crees que no me he dado cuenta porque he
estado toda la mañana en mi mundo. Pero yo me doy cuenta de todo, chica. ¿Os pasa
algo?
-No.
-¿Ves? A
esto es a lo que me refería antes. A lo de “sacarte las palabras con sacacorchos”.
Pero vamos que ni con sacacorchos, ni con un desatascador, ni nada de nada. ¡No
hablas!
-Está bien.
Te prometo que esta tarde vamos a tener una tarde de chicas de verdad.
-¿No trabajas?
-No. Ayer
le tuve que hacer un favor a Darío, así que hoy le toca hacer mi turno –sonrío satisfecha.
-Guay. Entonces
me vas a contar lo que te pasa sí o sí.
-Y después
será tu turno.
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