11 mayo, 2015

Acordes de amor y despedidas - Capítulo 6

Se apoya en el capó de mi coche, a mi lado.

Pues a mí no me parece que estés demasiado bien.

No digo nada.

—Mira, no te conozco, pero te he visto aquí sola llorando... —me tapo aún más la cara —Sé que estás llorando.  

—Alison —me dice divertido al ver mi reacción.

Yo simplemente sigo avergonzada, sin saber qué hacer ni decir. Así que él vuelve a intervenir.

—No te estoy pidiendo que me cuentes lo que te ocurre, pero como tu compañero oficial de prácticas me siento en la obligación de preocuparme.

—Lo que acaba de decir me parece una gran bobada, pero consigue hacerme reír.

—Gracias —le digo al fin.


—En serio, si necesitas contar algo... o desahogarte, yo no tengo prisa. Bueno en realidad tengo un poco de hambre pero puedo quedarme aquí contigo, no me importa.

Levanto la mirada, le miro a los ojos y le sonrío en señal de agradecimiento. Me seco una última lágrima con los dedos.

—No es nada —le prometo—. Es sólo que mi abuela está hospitalizada y estoy preocupada —entonces recuerdo que tengo que ir al hospital lo más rápido posible—. Oye, muchas gracias pero me tengo que ir.

            —¿Quieres que te lleve a alguna parte?

—Estamos sentados sobre mi coche —le digo como dato de información.

—Nos levantamos del capó y nos ponemos uno frente al otro.

—Muchas gracias por preocuparte —le digo una última vez.

—Nos vemos en clase —se despide Eliot.

Entonces me subo a mi coche y pongo rumbo hacia el hospital.

            Una vez allí, llamo a mamá para ver en qué habitación está la abuela.

—¡Alison!

—Ya he llegado. ¿Dónde tengo que ir?

—Subimos juntas. Estoy en la entrada del hospital.

Cuelgo. Ya la visualizo y acelero el paso.

—¿Por qué no estás con la abuela? —le suelto casi como un reproche.

—¡Tranquila! He salido a tomar el aire. Me he mareado un poco —se defiende.

—¿Estás bien?

—Sí, sí. Ha sido por el embarazo.

Nos adentramos en el hospital y subimos tres plantas. Mamá me dirige por un laberinto de pasillos olorosos a sufrimiento. Esquivamos pacientes, médicos, enfermeros, camillas, visitantes... hasta que reconozco a papá al final de un pasillo entre otro montón de gente. Nos paramos frente a él.

—No nos dejan pasar más.

—¿Por qué? —casi grito.

—La van a operar de urgencia —balbucea papá—. Cariño, siéntate —aconseja a mamá.

Cojo el brazo de mamá y la ayudo a sentarse.

—Una de las enfermeras me ha dicho que estemos preparados para todo. La abuela es mayor y muy débil, y aunque una operación de cadera por lo general no es tan grave, en el caso de la abuela puede costarle la vida.

Me siento junto a mamá y me lamento de no haber ido a visitar a la abuela tan a menudo este verano. He estado demasiado ocupada pasando mis últimos momentos con un objeto inanimado en vez de con una persona que en cualquier momento puede perder la vida...

—Caroline, tu hermana va a llegar pronto y estará aquí con tu madre. Es mejor que tú estés en casa.

Aunque me gustaría quedarme aquí, no soporto los hospitales. De todas formas aquí no voy a hacer nada mejor que en casa, así que esperamos a que la tía Clara llegue y nos marchamos los tres para casa.


Una vez allí, no sé qué hacer. No he comido nada desde esta mañana, pero no tengo hambre. Mi mente está sumergida en una gran preocupación. Miro el reloj una y otra vez.

Cuatro de la tarde. Voy al salón, me siento en el sofá, enciendo la tele, cambio mil veces de canal, pero la vuelvo a apagar.

Cuatro y media. Miro por la ventana.

Cuatro y cuarenta y cinco. Salgo al porche y me siento en los escalones. Vuelvo a entrar en casa.

Finalmente subo a mi cuarto y me tumbo en la cama. Miro esta vez la hora en mi móvil. Las cinco. Hace poco más de una hora que regresamos del hospital y parece que ha pasado ya toda una tarde. De paso, aprovecho para revisar si tengo alguna llamada perdida o mensaje. Nada. No me extraño, es lo habitual para mí.

Miro la esquina donde solía tener apoyada mi guitarra. Pero ella ya no está. Si ahora la tuviera, estaría tocando, componiendo una nueva canción para cuando la abuela se recuperase. Y el tiempo se me habría pasado volando.

Entonces miro al techo, derrumbada, y me quedo así largo rato.

El móvil suena y me despierto sobresaltada. Despido un gran bostezo y me apresuro a cogerlo.  Intento reconocer el número, ya que no está guardado en mi agenda, pero no me suena. Dudo en contestar, pero finalmente lo hago.

—¿Diga?

—¡Alison! -exclama una voz masculina que no me da tiempo a reconocer —Espero no molestar. ¿Cómo estás?

—¿Quién eres? —pregunto realmente extrañada.

—¡Soy Eliot!

—¡Ah! —noto que me ruborizo y agradezco estar sola en mi habitación— Mmm... bien, estoy... bien —digo, aunque mi voz se nota cansada.

—¿Qué tal tu abuela? —me recuerda.

Es obvio que recién despierta y alterada por esta llamada no me había acordado de la abuela hasta este momento.

—¡Mierda! Dios...

—¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Va todo bien? —Le noto preocupado.

—La verdad, no lo sé —digo mientras me incorporo y me siento sobre mi cama.

—Pues... no sé qué decir...

Entonces me río de lo absurdo de la situación.

—¿Te estás riendo? -pregunta confuso.

—Soy una idiota. La verdad es que estaba durmiendo.

—Vaya... siento haberte despertado.

—¡No! No, tranquilo. No te preocupes. Me ha venido bien.

Nos quedamos callados unos segundos.

—Bien pues... —digo al fin.

—En fin... —dice él casi al mismo tiempo que yo—. Dime —intenta darme la palabra.

—No, no, nada. Dime tú —Dios mío, ¿de verdad esto está pasando?

—Yo... la verdad es que te había llamado para preguntarte cómo estabas y también por tu abuela.

—Pues ya sabes, no lo sé —me lamento de mis palabras tan tontas.

Carraspea un poco.

—Oye, ¿te apetece quedar esta noche? —tartamudea al fin- es que... verás, no conozco a nadie en la ciudad y puesto que es viernes y tu teléfono es el único que tengo...

  Aunque mi verdadero sentimiento en este instante sigue siendo la preocupación y la tristeza, por otra parte, el asombro y el entusiasmo se abren un poco de camino.

—Está bien —digo al tiempo que sonrío para mí misma—. Pero primero tengo que ver cómo está mi abuela, así que luego te llamo yo y te digo lo que sea, ¿te parece bien?

—Perfecto. Bueno... espero tu llamada.

—Sí. Chao.

—Adiós.

Y con esta seca despedida, cortamos la llamada.

Miro la hora. Las siete y cuarenta y cinco. Rápidamente me levanto y bajo en busca de papá y mamá. 

Ninguno de los dos está. Entonces voy a la cocina en busca de algo para comer. Abro la nevera y doy un rápido repaso con la mirada. Encuentro un poco de pasta guardada en un tupper y mi barriga expulsa un gran rugido. Lo cojo rápidamente, me adueño del primer tenedor que veo y me lo como todo sin pensar.

Me dirijo al teléfono de la entrada para llamar a papá y allí encuentro una nota:

Alison, la abuela ya ha salido de la operación. Por el momento todo está bien. Llámanos cuando despiertes

Marco el número de papá. Al tercer tono responde.

—¿Diga?

—¡Papá! ¿Cómo está la abuela?

—Bien, está bien. Ya se está empezando a despertar.

—Respiro aliviada.

—Dios, menos mal. Oye, ¿puedes venir a recogerme?

                —Claro hija.

—Pero tómate tu tiempo, ¿vale?

—Está bien.

—Te quiero papá —y corto la llamada antes de que me responda.

Velozmente me voy a la ducha. Consigo lavarme los dientes, ducharme y cepillarme el pelo en menos de media hora. Elijo un vestido marrón tierra con algunas pequeñas flores estampadas en el bajo. Me echo un poco de espuma en el pelo para definir mis rizos. Me coloco unas sandalias beige y me doy un toque final con un poco de colorete y máscara de pestañas.

Mientras me preparo, mis pensamientos van de la abuela a Eliot y se entremezclan. Papá llega justo cuando estoy lista. Me da un grito desde la entrada y yo cojo rápidamente mi bolso marrón y bajo.

Una vez en el coche, me lanzo a decirle que tengo una “cita”, por llamarlo de algún modo.

—Entonces, la abuela está fuera de peligro, ¿no? —me aseguro antes de decírselo.

—Sí. Antes de salir ya estaba completamente despierta, pero todavía no hemos podido pasar a verla.

Unos minutos de silencio.

—¿Puedo salir esta noche?

Quita toda su atención de la carretera y me mira totalmente sorprendido. Vuelve a poner la vista donde debe.

—Eh... sí. Claro, ¿por qué no?

—Gracias.

—¿Y eso?

—¿El qué?

—Que vas a salir. ¿Puedo saber con quién?

            Pues... con algunos compañeros de los que he conocido hoy, ya sabes.

—Me alegro hija.

Sonrío y no decimos nada más.

Esperando tras la puerta de la habitación de la abuela se encuentran mi madre, mis tías Clara y Gemma y algunos de mis primos, todos mayores que yo. Nos dan la mala noticia de que aún no podemos entrar a ver a la abuela, pero por suerte está completamente fuera de peligro y recuperándose. Probablemente hasta dentro de varias horas no podamos entrar a verla, así que la mayoría de nosotros tendremos que esperar a mañana. Recuerdo entonces mi cita con Eliot y que le tengo que llamar. Me aparto un poco de los demás y marco su número. Entretanto, mis manos empiezan a temblar.

—¿Sí? —suena su voz tras el teléfono.

—¡Hey! Soy yo.

—¿Quién? —me extraña su pregunta.

—Pues yo, Alison —contesto un poco mosqueada.

—¿Qué Alison?

—Dios, ¿me he equivocado? ¿No eres Eliot?

Juraría reconocer su voz y esto se confirma al oír su risa.

—¡Sí! Alison soy yo, estaba bromeando.

Río tímidamente. Realmente eso no ha sido gracioso.

—Pensé que me había equivocado.

—¡Tranquila! ¿Qué tal?

—Bien, bien. Te llamaba por...

—¡Lo sé! —me corta— ¿Ya estás lista?

—Sí. ¿Dónde te apetece quedar?

—Puedo ir a recogerte donde quieras.

—Yo ahora estoy en el Hospital Allegheny General, ¿sabrás llegar hasta aquí?

—¿Tan torpe me crees?

—La verdad es que... —bromeo.

—No me esperaba esto de ti —intenta poner voz de ofendido.

—Venga, te espero en la entrada.

—Hasta ahora -se despide.

—Adiós.

Vuelvo con mi familia. Algunas de las chicas han ido al baño, entre ellas mamá, así que aprovecho para irme y así no me pregunta. Papá me da algo de dinero y un beso en la mejilla. Salgo del hospital y encuentro una barandilla en la que apoyarme mientras espero. Ha empezado a refrescar y me rodeo a mí misma con los brazos para escudarme un poco contra el frío.

El tiempo empieza a transcurrir y miles de ideas se me pasan por la cabeza: me dará plantón, sólo quiere burlarse de mí, le ha ocurrido algo, hay mucho tráfico...

Una y otra vez saco el móvil del bolso para mirar la hora: las nueve, las nueve y diez, las nueve y cuarto, las nueve y veinte, las nueve y veintidós... me doy cuenta de que cada vez miro la hora con más frecuencia, y esto sólo tiene un nombre: desesperación.

Pasada media hora, empiezo a mosquearme y a pensar que quizá no haya sido buena idea esto de ser amable con alguien que acabo de conocer. La verdad es que Eliot tiene toda la pinta de ser el típico popular, o el jugador estrella del equipo de rugby del instituto. Literalmente, el tipo de chico que nunca saldría con alguien como yo. Debería limitarme a ser su compañera de clase y punto. Me siento estúpida. 

Probablemente ahora mismo él estará rodeado de las chicas con las que estaba esta mañana en clase. ¡Dios mío! Quiero irme a casa. Ya.

En cualquier momento, mamá y papá tendrán que salir por esta puerta, así que me quedaré aquí esperando, por si acaso, y si para entonces Eliot no está aquí, me uniré a mis padres y me iré con ellos a casa. Sólo por si acaso...

            Y pasan quince minutos más. Hasta que finalmente...

—¡Alison!





--------------------------------------------------------


Capítulo 7 el próximo viernes

No olvides dejar tu opinión :)


1 comentario:

Críticas y comentarios