Se apoya en el capó de mi coche, a mi
lado.
—Pues a mí no me parece que estés
demasiado bien.
No digo
nada.
—Mira, no
te conozco, pero te he visto aquí sola llorando... —me tapo aún más la cara —Sé
que estás llorando.
—Alison —me
dice divertido al ver mi reacción.
Yo
simplemente sigo avergonzada, sin saber qué hacer ni decir. Así que él vuelve a
intervenir.
—No te
estoy pidiendo que me cuentes lo que te ocurre, pero como tu compañero oficial
de prácticas me siento en la obligación de preocuparme.
—Lo que
acaba de decir me parece una gran bobada, pero consigue hacerme reír.
—Gracias —le
digo al fin.
—En serio,
si necesitas contar algo... o desahogarte, yo no tengo prisa. Bueno en realidad
tengo un poco de hambre pero puedo quedarme aquí contigo, no me importa.
Levanto la
mirada, le miro a los ojos y le sonrío en señal de agradecimiento. Me seco una
última lágrima con los dedos.
—No es
nada —le prometo—. Es sólo que mi abuela está hospitalizada y estoy preocupada
—entonces recuerdo que tengo que ir al hospital lo más rápido posible—. Oye,
muchas gracias pero me tengo que ir.
—¿Quieres que te lleve a alguna parte?
—Estamos sentados
sobre mi coche —le digo como dato de información.
—Nos
levantamos del capó y nos ponemos uno frente al otro.
—Muchas
gracias por preocuparte —le digo una última vez.
—Nos vemos
en clase —se despide Eliot.
Entonces
me subo a mi coche y pongo rumbo hacia el hospital.
Una
vez allí, llamo a mamá para ver en qué habitación está la abuela.
—¡Alison!
—Ya he
llegado. ¿Dónde tengo que ir?
—Subimos
juntas. Estoy en la entrada del hospital.
Cuelgo. Ya
la visualizo y acelero el paso.
—¿Por qué
no estás con la abuela? —le suelto casi como un reproche.
—¡Tranquila!
He salido a tomar el aire. Me he mareado un poco —se defiende.
—¿Estás
bien?
—Sí, sí.
Ha sido por el embarazo.
Nos
adentramos en el hospital y subimos tres plantas. Mamá me dirige por un
laberinto de pasillos olorosos a sufrimiento. Esquivamos pacientes, médicos,
enfermeros, camillas, visitantes... hasta que reconozco a papá al final de un
pasillo entre otro montón de gente. Nos paramos frente a él.
—No nos
dejan pasar más.
—¿Por qué?
—casi grito.
—La van a
operar de urgencia —balbucea papá—. Cariño, siéntate —aconseja a mamá.
Cojo el
brazo de mamá y la ayudo a sentarse.
—Una de
las enfermeras me ha dicho que estemos preparados para todo. La abuela es mayor
y muy débil, y aunque una operación de cadera por lo general no es tan grave,
en el caso de la abuela puede costarle la vida.
Me siento
junto a mamá y me lamento de no haber ido a visitar a la abuela tan a menudo
este verano. He estado demasiado ocupada pasando mis últimos momentos con un
objeto inanimado en vez de con una persona que en cualquier momento puede
perder la vida...
—Caroline,
tu hermana va a llegar pronto y estará aquí con tu madre. Es mejor que tú estés
en casa.
Aunque me
gustaría quedarme aquí, no soporto los hospitales. De todas formas aquí no voy
a hacer nada mejor que en casa, así que esperamos a que la tía Clara llegue y
nos marchamos los tres para casa.
Una vez
allí, no sé qué hacer. No he comido nada desde esta mañana, pero no tengo
hambre. Mi mente está sumergida en una gran preocupación. Miro el reloj una y
otra vez.
Cuatro de
la tarde. Voy al salón, me siento en el sofá, enciendo la tele, cambio mil
veces de canal, pero la vuelvo a apagar.
Cuatro y
media. Miro por la ventana.
Cuatro y
cuarenta y cinco. Salgo al porche y me siento en los escalones. Vuelvo a entrar
en casa.
Finalmente
subo a mi cuarto y me tumbo en la cama. Miro esta vez la hora en mi móvil. Las
cinco. Hace poco más de una hora que regresamos del hospital y parece que ha
pasado ya toda una tarde. De paso, aprovecho para revisar si tengo alguna
llamada perdida o mensaje. Nada. No me extraño, es lo habitual para mí.
Miro la
esquina donde solía tener apoyada mi guitarra. Pero ella ya no está. Si ahora
la tuviera, estaría tocando, componiendo una nueva canción para cuando la
abuela se recuperase. Y el tiempo se me habría pasado volando.
Entonces
miro al techo, derrumbada, y me quedo así largo rato.
El móvil
suena y me despierto sobresaltada. Despido un gran bostezo y me apresuro a cogerlo.
Intento reconocer el número, ya que no está guardado en mi agenda, pero no me
suena. Dudo en contestar, pero finalmente lo hago.
—¿Diga?
—¡Alison!
-exclama una voz masculina que no me da tiempo a reconocer —Espero no molestar.
¿Cómo estás?
—¿Quién
eres? —pregunto realmente extrañada.
—¡Soy
Eliot!
—¡Ah! —noto
que me ruborizo y agradezco estar sola en mi habitación— Mmm... bien, estoy...
bien —digo, aunque mi voz se nota cansada.
—¿Qué tal
tu abuela? —me recuerda.
Es obvio
que recién despierta y alterada por esta llamada no me había acordado de la
abuela hasta este momento.
—¡Mierda!
Dios...
—¿Qué?
¿Qué ocurre? ¿Va todo bien? —Le noto preocupado.
—La
verdad, no lo sé —digo mientras me incorporo y me siento sobre mi cama.
—Pues...
no sé qué decir...
Entonces
me río de lo absurdo de la situación.
—¿Te estás
riendo? -pregunta confuso.
—Soy una
idiota. La verdad es que estaba durmiendo.
—Vaya...
siento haberte despertado.
—¡No! No,
tranquilo. No te preocupes. Me ha venido bien.
Nos
quedamos callados unos segundos.
—Bien
pues... —digo al fin.
—En fin...
—dice él casi al mismo tiempo que yo—. Dime —intenta darme la palabra.
—No, no,
nada. Dime tú —Dios mío, ¿de verdad esto está pasando?
—Yo... la
verdad es que te había llamado para preguntarte cómo estabas y también por tu
abuela.
—Pues ya
sabes, no lo sé —me lamento de mis palabras tan tontas.
Carraspea
un poco.
—Oye, ¿te
apetece quedar esta noche? —tartamudea al fin- es que... verás, no conozco a
nadie en la ciudad y puesto que es viernes y tu teléfono es el único que tengo...
Aunque mi verdadero sentimiento
en este instante sigue siendo la preocupación y la tristeza, por otra parte, el
asombro y el entusiasmo se abren un poco de camino.
—Está bien
—digo al tiempo que sonrío para mí misma—. Pero primero tengo que ver cómo está
mi abuela, así que luego te llamo yo y te digo lo que sea, ¿te parece bien?
—Perfecto.
Bueno... espero tu llamada.
—Sí. Chao.
—Adiós.
Y con esta
seca despedida, cortamos la llamada.
Miro la
hora. Las siete y cuarenta y cinco. Rápidamente me levanto y bajo en busca de
papá y mamá.
Ninguno de
los dos está. Entonces voy a la cocina en busca de algo para comer. Abro la
nevera y doy un rápido repaso con la mirada. Encuentro un poco de pasta
guardada en un tupper y mi barriga expulsa un gran rugido. Lo cojo rápidamente,
me adueño del primer tenedor que veo y me lo como todo sin pensar.
Me dirijo
al teléfono de la entrada para llamar a papá y allí encuentro una nota:
“Alison, la abuela ya ha salido de la operación. Por el momento todo está bien. Llámanos cuando despiertes”
Marco el
número de papá. Al tercer tono responde.
—¿Diga?
—¡Papá!
¿Cómo está la abuela?
—Bien,
está bien. Ya se está empezando a despertar.
—Respiro
aliviada.
—Dios,
menos mal. Oye, ¿puedes venir a recogerme?
—Claro
hija.
—Pero tómate
tu tiempo, ¿vale?
—Está
bien.
—Te quiero
papá —y corto la llamada antes de que me responda.
Velozmente
me voy a la ducha. Consigo lavarme los dientes, ducharme y cepillarme el pelo
en menos de media hora. Elijo un vestido marrón tierra con algunas pequeñas flores
estampadas en el bajo. Me echo un poco de espuma en el pelo para definir mis
rizos. Me coloco unas sandalias beige y me doy un toque final con un poco de
colorete y máscara de pestañas.
Mientras
me preparo, mis pensamientos van de la abuela a Eliot y se entremezclan. Papá
llega justo cuando estoy lista. Me da un grito desde la entrada y yo cojo
rápidamente mi bolso marrón y bajo.
Una vez en
el coche, me lanzo a decirle que tengo una “cita”, por llamarlo de algún modo.
—Entonces,
la abuela está fuera de peligro, ¿no? —me aseguro antes de decírselo.
—Sí. Antes
de salir ya estaba completamente despierta, pero todavía no hemos podido pasar
a verla.
Unos
minutos de silencio.
—¿Puedo
salir esta noche?
Quita toda
su atención de la carretera y me mira totalmente sorprendido. Vuelve a poner la
vista donde debe.
—Eh... sí.
Claro, ¿por qué no?
—Gracias.
—¿Y eso?
—¿El qué?
—Que vas a
salir. ¿Puedo saber con quién?
—Pues... con algunos compañeros
de los que he conocido hoy, ya sabes.
—Me alegro
hija.
Sonrío y
no decimos nada más.
Esperando
tras la puerta de la habitación de la abuela se encuentran mi madre, mis tías
Clara y Gemma y algunos de mis primos, todos mayores que yo. Nos dan la mala
noticia de que aún no podemos entrar a ver a la abuela, pero por suerte está
completamente fuera de peligro y recuperándose. Probablemente hasta dentro de
varias horas no podamos entrar a verla, así que la mayoría de nosotros tendremos
que esperar a mañana. Recuerdo entonces mi cita con Eliot y que le tengo que
llamar. Me aparto un poco de los demás y marco su número. Entretanto, mis manos
empiezan a temblar.
—¿Sí? —suena
su voz tras el teléfono.
—¡Hey! Soy
yo.
—¿Quién? —me
extraña su pregunta.
—Pues yo,
Alison —contesto un poco mosqueada.
—¿Qué
Alison?
—Dios, ¿me
he equivocado? ¿No eres Eliot?
Juraría
reconocer su voz y esto se confirma al oír su risa.
—¡Sí!
Alison soy yo, estaba bromeando.
Río
tímidamente. Realmente eso no ha sido gracioso.
—Pensé que
me había equivocado.
—¡Tranquila!
¿Qué tal?
—Bien,
bien. Te llamaba por...
—¡Lo sé! —me
corta— ¿Ya estás lista?
—Sí.
¿Dónde te apetece quedar?
—Puedo ir
a recogerte donde quieras.
—Yo ahora
estoy en el Hospital Allegheny General, ¿sabrás llegar hasta aquí?
—¿Tan
torpe me crees?
—La verdad
es que... —bromeo.
—No me
esperaba esto de ti —intenta poner voz de ofendido.
—Venga, te
espero en la entrada.
—Hasta
ahora -se despide.
—Adiós.
Vuelvo con
mi familia. Algunas de las chicas han ido al baño, entre ellas mamá, así que
aprovecho para irme y así no me pregunta. Papá me da algo de dinero y un beso
en la mejilla. Salgo del hospital y encuentro una barandilla en la que apoyarme
mientras espero. Ha empezado a refrescar y me rodeo a mí misma con los brazos
para escudarme un poco contra el frío.
El tiempo
empieza a transcurrir y miles de ideas se me pasan por la cabeza: me dará
plantón, sólo quiere burlarse de mí, le ha ocurrido algo, hay mucho tráfico...
Una y otra
vez saco el móvil del bolso para mirar la hora: las nueve, las nueve y diez,
las nueve y cuarto, las nueve y veinte, las nueve y veintidós... me doy cuenta
de que cada vez miro la hora con más frecuencia, y esto sólo tiene un nombre:
desesperación.
Pasada
media hora, empiezo a mosquearme y a pensar que quizá no haya sido buena idea
esto de ser amable con alguien que acabo de conocer. La verdad es que Eliot
tiene toda la pinta de ser el típico popular, o el jugador estrella del equipo
de rugby del instituto. Literalmente, el tipo de chico que nunca saldría con
alguien como yo. Debería limitarme a ser su compañera de clase y punto. Me
siento estúpida.
Probablemente
ahora mismo él estará rodeado de las chicas con las que estaba esta mañana en
clase. ¡Dios mío! Quiero irme a casa. Ya.
En
cualquier momento, mamá y papá tendrán que salir por esta puerta, así que me
quedaré aquí esperando, por si acaso, y si para entonces Eliot no está aquí, me
uniré a mis padres y me iré con ellos a casa. Sólo por si acaso...
Y pasan quince minutos más.
Hasta que finalmente...
—¡Alison!
--------------------------------------------------------
Capítulo 7 el próximo viernes
No olvides dejar tu opinión :)
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar