Me siento
como una princesa que tiene que ir en busca de su príncipe. Siento algo tan
especial... no dejo de pensar en él. Es algo que nunca me ha pasado ¿Será sólo
obsesión por su atracción física? Tengo algo dentro de mí, algo que me da unas
inmensas ganas de gritar de felicidad.
Por
momentos desearía tener mi guitarra aún conmigo, y escribir sobre estos
sentimientos. Pero inmediatamente pienso que si la tuviera para escribir sobre
ello, me encerraría de nuevo durante horas y no tendría tiempo para los demás,
ni siquiera para mí misma. Solo tiempo para ella. Tal y como antes ocurría.
No me
separo del móvil. Puede llamar en cualquier momento. Mamá se ríe de mí, pero sé
que está muy contenta. Por fin está viendo lo que siempre ha querido. No ha
insistido mucho en que le contara la cita de ayer, por suerte. Simplemente le
he dicho que fue bien, me divertí y me habló un poco de él. A papá ni le he
mencionado el tema. Sé que él preferiría verme con la guitarra que con un
chico.
Hoy me
siento tan diferente a siempre... noto cómo mi corazón va más deprisa, cómo mis
facciones se tornan en una sonrisa que se esfuerza por no ser demasiado
delatadora. También me siento un poco tonta. ¿Es así cómo se sienten todas las
personas cuando piensan en alguien? Quizá estoy pensando demasiado rápido. ¿Debería
tardar varias citas más en sentir esto? ¿Es hora de decir que me gusta? No
estoy diciendo que esté enamorada, es imposible. Nunca lo he estado, pero he
visto películas y enamorarse lleva su tiempo. Tampoco estoy diciendo que yo me vaya
a enamorar de Eliot pero, si me enamoro, ¿cómo lo sabré?
El sonido
de mi móvil me sobresalta de repente. Vibra en mi mano y del susto se me escurre
y cae sobre mi regazo. Lo vuelvo a coger muy rápidamente y contesto sin
siquiera mirar quién es.
—¿Sí? —contesto
muy nerviosa, con voz temblorosa.
—¡Hola! —suena
la voz de Kat al otro lado.
Un bajón
invade mi cuerpo.
—Dime
—¿Qué
haces? —me dice.
—Nada.
Estoy aquí en casa... aburrida. ¿Y tú?
Veo cómo
mamá pasa por la puerta de mi cuarto y se me queda mirando.
—Algo
harás, ¿no?
—La verdad
es que no. Estoy tumbada en la cama.
—¿En qué
piensas? —pregunta curiosa Kat.
—En nada
interesante.
—Cuando
una persona dice “nada interesante” es algo muuuuy interesante.
—Te
prometo que no —exclamo mientras río—. ¿Qué querías?
—Sólo
estaba aburrida.
—¿También?
—pregunto divertida.
—Sí —dice
al tiempo que suelta un suspiro.
De repente
me acuerdo de Eliot y de que me tiene que llamar. Y puede que me esté llamando
ahora. El corazón se me vuelve a acelerar.
—¿Dónde
estás? —digo en un intento por acelerar la conversación y acabarla pronto.
—En mi
piso. ¿Te apetece quedar hoy?
Ups...
—Mmm... es
que... la verdad es que estoy esperando una llamada y...
—¿De
quién? No me habías dicho que tienes novio.
—¡Qué no
lo tengo! —balbuceo atontada. En cierta manera, me gusta la forma que tiene Kat
de sacar conclusiones de la nada.
—Más te
vale que me lo cuentes el lunes —dice en un tono amenazante.
—Sí —digo
abatida—. ¿Por qué no llamas a Steven? —le sugiero.
—No, tía.
Tengo que hacerme de rogar.
—Pero
podéis quedar en plan amigos —digo recordando mi cita de ayer con Eliot.
—¡Sí,
claro! Yo no quiero amigos, quiero tíos. ¿Entiendes Alison? Tíos —su voz suena
irónica y yo suelto una carcajada—. Eres demasiado inocente para ser mi amiga.
Pero me caes bien.
—Ni te
imaginas lo inocente que puedo llegar a ser —digo recordando mis labios que
nunca han sido besados.
—En fin —dice
esta vez en un tono más serio—. Te dejo que recibas tu llamada. ¿Nos vemos el
lunes?
—Sí. Chao.
—Adiós —termina
Kat.
Y cuelgo
rápidamente.
Miro el
móvil esperando recibir un mensaje de llamadas perdidas. Pero no. Antes de
empezar a preparar la comida tenemos que ir al hospital a ver a la abuela, así
que me empiezo a preparar para salir, sin quitarle ojo al móvil. Papá ha salido
a buscar trabajo, así mamá y yo nos vamos en nuestro humilde coche, conmigo al
volante.
Al estar
frente a la puerta de la habitación en la que está la abuela, el corazón se me
acelera levemente. Mamá da unos golpecitos en la puerta y tras unos segundos la
tía Clara nos abre al tiempo que nos indica que vayamos en silencio. Las dos
hermanas empiezan a hablar en voz baja y yo me acerco a la cama de la abuela.
Está durmiendo. Está demasiado abatida como para mantenerse despierta. Comienzo
a alarmarme. Rápidamente me giro y le pregunto a la tía Clara si todo va bien.
Ella me asegura que sí, así que no me queda otra que sentarme y esperar a que
la abuela despierte para que vea que estoy aquí, a su lado, sin guitarra.
De
repente, de nuevo, mi móvil me sobresalta al escucharse un fuerte “ring” desde
mi bolso. Mi madre y mi tía se sobresaltan conmigo y yo, mientras localizo el
móvil dentro del bolso, miro a ver si la situación ha causado algún efecto en
la abuela, pero ésta sigue en la misma posición sin inmutarse.
—¿Diga?
-contesto al tiempo que cierro la puerta tras salir de la habitación.
—¡Cielo! —me
suelta papá al otro lado del teléfono- ¿Te interesa un trabajo como camarera en
una cafetería?
—¿Cómo un trabajo?
—En una
cafetería cerca de casa buscan a alguien
para el turno de tarde —me aclara.
—Pero...
eres tú el que busca trabajo, papá, ¿por qué no lo aceptas tú? Además, yo no sé
si lo haré bien...
—Hija —me
corta papá—, sabes que necesitamos el dinero. Tenemos que pagar tu universidad
y ahora también las cosas para tu hermano y cualquier esfuerzo es bienvenido en
casa aunque suponga un ingreso muy bajo. Yo necesito un trabajo más
cualificado. Entiéndelo, Alison —me dice para hacerme reflexionar.
Silencio
durante un momento.
—¿Es por
la tarde entonces? —digo finalmente.
—¡Sí! —grita
él más animado.
—Bueno
y... ¿qué tengo que hacer? ¿Me tienen que entrevistar?
—No, no.
El dueño de la cafetería es un viejo amigo mío. Él te enseñará lo que tienes
que hacer y ya está.
—Está
bien... —me rindo.
—Muchas
gracias, Alison.
—De nada —respondo
auto-convenciéndome.
Acto
seguido, cierro el teléfono y reflexiono sobre la situación. Quizá no sea tan
malo. Una cafetería no requiere mucho esfuerzo y puede que con el dinero que
gane pueda comprarme una guitarra... o incluso recuperar la mía. ¡No! Dios,
no... ya estoy otra vez. Eso es agua pasada. He podido comprobar que en cuanto
me he deshecho de la guitarra las cosas me han ido mejor: he entrado en la
universidad, he conocido a gente y, lo que más me agrada de todo, he conocido a
Eliot. Oh, Eliot me tenía que llamar... ¿Lo debería llamar yo?
Sumida en
mis pensamientos y en mi dilema de llamar a Eliot o no, vuelvo a la habitación
de la abuela, la cual está rodeada por mamá, mi tía y una enfermera.
—¿Qué
pasa? —susurro para no molestar a mi abuela.
—Se ha
despertado —me dice mamá al tiempo que sonríe y se acerca a mí—. ¿Era él?
Una
estúpida sonrisa se me escapa e inmediatamente intento borrarla de mi cara.
—Si con
“él” te refieres a papá...
—¿Qué
quería papá?
—Me ha
buscado un trabajo como camarera en una cafetería.
—¿Como
camarera? ¿Y la universidad?
—Es por la
tarde, así que puedo compaginar las clases con el trabajo...
—Cariño...
si pudiera cogería yo ese puesto en tu lugar pero... —Bajo la mirada a la
barriga de mamá y pongo una mano sobre mi futuro hermanito.
—No te
preocupes mamá, podré hacerlo —la tranquilizo.
Entonces
me acerco a la cama de la abuela para ver cómo se encuentra. Cuando ella me ve,
me mira e intenta alcanzar muy lentamente mi mano.
—Mi niña —susurra
casi sin fuerza.
—¿Cómo te
encuentras abuela? —digo con la emoción a flor de piel.
Pero ella
no me contesta, está demasiado agotada y pendiente de lo que la enfermera hace
a su alrededor.
Mamá y yo
nos encontramos dirigiéndonos hacia el coche ya. Ha sido agradable ver a la
abuela, pero aún tiene que recuperar su fuerza. Nos subimos al coche y ponemos
de nuevo rumbo a casa. Mamá pasa todo el trayecto en silencio, mirando por la
ventana y con sus manos sobre su enorme barriga. Yo me concentro en la carretera,
hasta que al doblar la esquina de mi calle diviso a lo lejos aparcado frente a
mi casa el Jeep rojo de Eliot.
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