—En serio, tengo que venir un día y ver
cómo tu madre prepara estas comidas —dice Kat aún relamiéndose—. Vaya, ¿qué es
esto? —. La miro y veo que tiene en sus manos mi libreta de las canciones. Me
apresuro y se la quito de las manos.
—Mi libreta de
canciones —la guardo en el cajón de mi ropa interior, que es el primero que
encuentro.
—¿Canciones?
¿Cómo que canciones? Uy… parece que tienes que contarme bastante. ¿Dónde tienes
el instrumento? —. Kat empieza a girar la mirada en todas direcciones como una
loca en busca de una guitarra, un piano, una pandereta o sepa Dios qué.
—Era solo una
cosa de niños.
—Elige lo que
me vas a contar primero: las canciones o Eliot.
—Ninguna de las
dos cosas —Kat hace el amago de protestar pero antes sigo hablando—. Drew.
—¿Dre-qué?
—Drew. Es un
chico.
—Déjame
pensar… ¿te lo has tirado?
—¡Kat! Eres
tan burra… Que no. Déjame hablar.
—Vale. Pero apresúrate,
que me tienes con una intriga…
—¿Te has
fijado alguna vez en el chico que está siempre frente a la cafetería?
—Sí, ese del
violín, ¿verdad? Como para no fijarme.
Está como un tren. Fui fuiuuu.
Caballero, ¿puedo subirme a su vagón? —las burradas de Kat y el hecho de que
esté hablando del segundo chico que creo que me gusta no me producen enfado
sino risa.
Espera un
momento… ¿he dicho el chico que me gusta?
—¿Qué te ha
pasado Ali? Estabas riéndote y de repente te has quedado blanca como la leche.
—¡Me gusta
Drew! Madre mía, que me gusta. Que me gusta. Me gusta.
—Este disco
está muy rallado, cámbialo —dice irónicamente Kat—. ¿Te gusta el bombón? ¿Y qué
hay de malo?
—¡Que me gusta
Eliot!
—Se supone
—resalta— que te gusta Eliot. ¿Cómo conociste a ese tal Drew?
Procedo a
contarle a Kat la historia desde que lo vi cuando vendí la guitarra. Por
primera vez desde que la conozco, Kat me escucha atentamente sin mediar
palabra. Hasta que termino.
—Cásate con
Drew.
—Creo que le
gusta otra chica. O está enamorado. Se llama Monique. Además, no le conozco
apenas.
—Pero desde el
primer momento en que lo viste algo en él te hipnotizó —dice muy seria.
—Sí —admito.
—Y algo en ti
lo hipnotizó a él. Te acompaño a buscar tu guitarra perdida —dice Kat con los
ojos como platos y entusiasmada como si se fuera a aventurar en una misión
digna de Sherlock Holmes.
—No sé qué voy
a hacer. Me puedo comprar una guitarra nueva, supongo.
—¿No tienes
curiosidad por saber quién es Monique?
—Sí y no. Me
da miedo.
—¿Qué es lo
que te da miedo?
—Que me duela lo
que pueda averiguar… Y luego está Eliot.
—¿Qué vas a
hacer con él?
—No tengo
idea. Al principio todo parecía tan ideal, tan cariñoso, tan romántico, tan
perfecto. Estuve esperando su primer beso varios meses y cuando llegó fue como
si nada. Y luego cuando me dijo que me quiere… yo no siento eso, ¿sabes? En
aquel momento pensé, ¿cómo se puede querer a una persona en tan poco tiempo?
Eso no es posible. Pero ahora que apenas conozco a Drew y siento que me importa
creo que estaba equivocada. Quizá Eliot me quiera de verdad.
—Ali, ya ves
que por mi físico a mí ningún chico me va a decir que me quiere para llevarme a
la cama, así que deduzco que cuando alguien me lo ha dicho es porque lo sentía
de verdad.
—Tonta.
—Y de verdad
que puedes sentirlo. De muchas maneras. Pero ten en cuenta que no es lo mismo
querer que amar. Amar es algo más fuerte. Creo que el te quiero que te dijo
Eliot fue con el cariño y el aprecio de un amigo —. Me sorprendo ante la
seriedad y serenidad de Kat, que hasta ahora no conocía—. Pero créeme si te
digo que Eliot es un capullo.
—Sí… esa es
otra cosa que está por saberse. Aquel asunto con Steven aún me quema. ¿Qué hay
de vosotros?
—Le quiero —afirma
esta vez.
—Me vas a
tener que explicar en qué sentido le quieres.
—Le quiero
como amigo, pero me importa como algo más. Ali… no lo conoces. Cuando hemos
estado a solas era totalmente diferente. No sé por qué hizo aquella tontería,
lo de que sólo quería acostarse conmigo.
—¿Cómo es
cuando estáis a solas?
—De sobra
sabes que nos hemos besado miles de veces aunque no hayamos llegado a nada más.
Pero era cariñoso como nadie nunca lo había sido conmigo. No era empalagoso, me
dejaba mi espacio. Me besaba como si quisiera estar besándome toda la vida y no
como si me quisiera arrancar hasta mi más profunda entraña. Me cogía de la mano
y aminoraba su paso para adaptarse a mis zancadas de enanita y no tiraba de mí
como un perro. Me contó muchas cosas de él, y me escuchó cuando yo le hablé de mí.
—¿Por qué no
hablas con él? No seas tan rencorosa, al fin y al cabo lo que hizo no es para
tanto. Sólo fueron unas palabras tontas para hacerse el machote delante de
otros chicos, pero era algo que él no pensaba realmente.
—Lo sé. Sólo
quiero hacerle sufrir un poco. Conmigo no se juega —Kat pronuncia sus palabras
como si expulsara hielo de sus pulmones.
—¿Y hasta
cuándo lo vas a tener sufriendo?
—Hasta que tú
vayas a buscar tu guitarra y averigües algo de Monique.
—¿Chantaje,
Kat? ¿En serio?
—Muy en serio.
—Eso tendrá
que esperar. Primero vamos a buscarnos unos buenos vestidos para Año Nuevo que
les quite el hipo a nuestros chicos.
—¿A cuáles de
tus chicos te refieres? —bromea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Críticas y comentarios