¿Monique? ¿Es
que hay otra Monique? ¿O es ésta la única Monique? Me encuentro realmente
confundida ahora mismo.
—Cariño, me
has asustado. ¡No me esperaba esto! —exclama la supuesta hermana de Monique.
—¿Por… por qué
te…tenías su… guitarra? —tartamudea la flaca mujer dirigiéndose a mí.
—¿Perdón?
—pregunto en un intento por que se explique, aunque en realidad sé a lo que se
refiere.
—¿Qué
guitarra? –interpela la otra mujer—. Venga, Monique, vamos a sentarnos. Cielo,
en ese mueble hay infusiones. ¿Puedes preparar tres? —me pide y señala a un
mueble que hay tras de mí.
—Sí, claro —acepto,
desconcertada.
Preparo tres
infusiones con aroma de menta y miel y las llevo, sobre una bandeja que
encuentro en la cocina, hasta el salón donde se encuentran las dos extrañas
para mí. Sirvo una para cada una.
—Te has
levantado, ¿a qué se debe?
—La he oído…
tocar. Tocaba su guitarra.
—Vale –me
lanzo a explicarme—. Esa guitarra… bueno. Esa guitarra era mía hace mucho
tiempo. Y, claro, ahora vuelve a serlo. Pero durante unos cuantos meses ha sido
de otra persona, si no me equivoco.
—¿Te refieres
a mi sobrina Monique? —me pregunta la mujer.
—Supongo que sí.
—¿De qué la conocías?
—La verdad es
que no la llegué a conocer. Y lo siento mucho, Monique —digo volviéndome hacia la madre de la niña.
—Espera,
espera, aquí hay algo muy extraño. ¿Cómo que no la llegaste a conocer? Pero
sabes quién es… era, ¿no?
—Sí, bueno.
Más o menos —. Aún intento organizar la información en mi cabeza y trato de enlazarla.
—¿Por qué
tienes su guitarra? —repite la madre de Monique que permanece como en otro mundo.
—Entonces que
estuvieras aquí no es una casualidad, ¿me equivoco? —La otra mujer sigue
cuestionándome. Me siento acorralada, como si me estuviera interrogando el
propio FBI.
—De acuerdo —.
Respiro hondo—. Todo esto tiene una explicación. Primero de todo, me llamo
Alison —me presento.
—María —dice
secamente la mujer. Toda la amabilidad de antes se ha esfumado y ahora me mira
por el rabillo del ojo como si no se fiara de mí.
Me dispongo a
narrarles todo, desde que me encontré por primera vez a la niña en la tienda,
pasando por Drew pero sin mencionar su nombre, hasta este mismo día, dejándoles
bien claro cómo he llegado hasta aquí. María me ha estado escuchando atentamente
todo el tiempo y parece que Monique también, aunque no estoy segura de ello.
—Perdona mi
brusquedad de antes, hija —se disculpa María.
—No, perdóneme
usted… ustedes dos a mí. Entiendo que todo esto es muy raro. También lo es para
mí. Quizá no es el mejor momento para venir. Lo siento —lamento, recordando a
la niña fallecida.
—Y bien, nos
has contado todo sobre ese muchacho pero no has dicho su nombre en ningún
momento. Creo que mi hermana merece saber quién es, ¿no?
—Sí, claro.
Es… —dudo unos segundos— es Drew.
—Me figuraba
que sería él —dice Monique más espabilada esta vez.
—¿Puedo
preguntarles de qué conocen a Drew?
—Bueno, yo no
lo conozco, aunque sí había oído hablar de él antes —dice María.
—Drew es el
hermano de Monique.
—¿Su hijo? —pregunto
exaltada. Si es su hijo, ¿por qué me mandó Drew a su propia casa? No, no puede
ser, porque María no lo conoce, y por esa regla debería ser su tía.
—No, no.
Simplemente el hermano de Monique, por parte de su padre.
Por un momento
nos quedamos en blanco, tanto yo como ellas. Sin saber qué más decir, cómo
seguir esta conversación.
—¿Quiere usted
que le devuelva la guitarra? —le digo finalmente a Monique madre.
—No, claro que
no, cielo —. Parece que la mujer empieza a recobrar el mismo carácter que su
hermana. Quizá lo perdió desde que murió su hija—. Drew vino a por ella hace
poco más de tres semanas. También fue él quien se la trajo a mi niña, mi dulce
niña —. Su voz se quiebra rápidamente y después rompe en llantos.
—Quizá es
mejor que me vaya —digo mientras me comienzo a levantar.
—¿Puedes
volver otro día? —me pide Monique.
—Por supuesto,
cuando usted quiera —. No puedo negarme a una mujer que ha perdido a su hija.
—Vuelve
mañana, por favor.
—Está bien —acepto—.
Me pasaré cuando salga del trabajo. No tengo otro momento libre, lo siento.
—Prepararé una
cena para las dos —me invita.
—Muy bien —digo
al tiempo que me levanto.
—Hasta mañana,
Alison —se despide Monique más animada.
Y así, me
marcho y me encamino a casa, confusa por lo que acaba de pasar y nerviosa por
mañana, pero también triste por Drew.
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