—Aún no puedo creerlo.
—¿Qué es lo primero
que piensas hacer con ella? —pregunta Drew.
—No lo sé.
Supongo que intentaré recordar cómo tocar alguna de mis canciones.
—No olvides…
—Tu canción.
No te preocupes —le doy una sonrisa prometedora.
—¿Te apetece
comer algo?
—Sí. Estos
nervios me han dejado el estómago vacío.
Sin darme
cuenta, Drew me vuelve a guiar hasta la cafetería en la que trabajo.
—Oye, nunca me
has dicho… ¿cuántos años tienes?
—Veintiuno…
¡veintidós! —me corrijo a mí misma.
—¡Vaya
memoria!
—Es que los
cumplí hace poco —me excuso.
—Bueno, pues
para celebrarlo, te invito a comer. —Abre la puerta y me invita a pasar.
—¿Vamos a
comer en la cafetería?
—Sí. Hacéis
comida rica aquí.
—Esta bi… —no
me da tiempo a terminar la frase cuando me doy cuenta de la cantidad de
conocidos que hay alrededor de una mesa llena de comida y bajo un cartel que
pone “Feliz cumpleaños Alison”.
Entre ellos,
mis padres, mi abuela, Kat, Steven, mi compañero de trabajo Darío, siete
compañeros de mi banda de música en el instituto y… Eliot.
—¡Sorpresa! —gritan
todos al unísono.
Miro a Drew
con expresión desencajada pidiéndole explicaciones mentalmente. Drew ríe y se
encoje de hombros.
—Sorpresa —me
dice casi susurrándome al oído. Pone una mano en la parte baja de mi espalda y
me da un pequeño empujón hacia los demás. Todos empiezan a darme besos y
felicitaciones, además de evasivas y disculpas por no haberse acordado de mi cumpleaños
hace ya casi un mes, el trece de diciembre.
Eliot espera a ser el último en saludarme.
—Lo siento… —dice
mientras me da un abrazo. Yo asiento con la cabeza en modo de aceptación de sus
disculpas y aprieto mis labios simulando una sonrisa—. Luego hablamos a solas —termina.
Es la mejor
fiesta sorpresa que me han hecho en mi vida. Bueno, de hecho, es la primera
fiesta sorpresa que me han hecho. Todo está preparado a la perfección, parece
como si yo misma la hubiera organizado. Han puesto una mesa rectangular con un
mantel rojo, a juego con la pancarta. Está llena de las comidas que más me
gustan: pizzas, pasta, pollo, ensaladas… Las bebidas son todas refrescos, zumos
y agua; nada de alcohol. Al lado, hay una mesa redonda con una tarta en forma
de nota musical rosa en la que pone mi nombre, respaldada por una montaña con cinco
regalos: un perfume de Kat y Steven, un libro de Eliot, un par de camisetas y
unas botas de mis padres y mi abuela, un ukelele de parte de mis antiguos compañeros
y un delantal con un gato dibujado de parte de Darío. Éste último hace un gesto
de que tiene el bolsillo vacío al abrir su regalo. Yo, igualmente se lo agradezco
y le tranquilizo diciéndole que me gusta cocinar pasteles, por lo que me viene
muy bien ese delantal que, además, es monísimo.
Me voy dando cuenta
de que cada una de las canciones que suenan de fondo son canciones que me
gustan. Es, sin duda, la fiesta perfecta para mí.
—¿Todo esto…?
—Sí, he sido
yo —responde Drew haciéndome saber que él es el único responsable de esta
fiesta—. Eres como un libro abierto cuando coges confianza. No es difícil saber
lo que te gusta.
—Eso depende.
—¿De qué?
—De la persona
que me trate. No con todas soy tan abierta. Es más, diría que la mayoría de las
personas de esta fiesta no saben ni la mitad de mí de lo que tú sabes —confieso.
—¿Y a qué se
debe eso?
—No sé.
Supongo que conectamos.
Nos quedamos
en silencio observando a los demás. Después de un rato, veo a Eliot al otro
lado de la mesa haciéndome una señal con la cabeza. Entiendo que quiere que
salgamos fuera a solas.
—¿Te está
gustando todo esto?
—Sí. Muchas
gracias —le digo sinceramente.
—Bueno, dale
las gracias a tu amigo… lo ha organizado él todo.
—Ya…
—Lo siento
Alison. Siento haber sido un capullo, y siento haber olvidado tu cumpleaños.
—No te
preocupes. Entiendo que por aquéllos días apenas nos hablábamos.
—Sí, pero eres
mi novia. Debería haberte dado un día muy especial. ¡Debería hacer que todos
tus días conmigo fueran especiales! —casi grita, y me asusto—. No sé… no sé por
qué me comporté así. Sé que lo fastidié todo. Déjame empezar de cero. Déjame
enamorarte de nuevo…
Entre sus
perdones y súplicas, yo me quedo estupefacta sin saber qué decir, intentando
buscar por todos los medios las palabras más honestas.
—Eliot yo… tú
me importas. Sabes que has sido mi primer beso… pero creo que lo de los “te
quiero” y llamarme tu “novia”, creo que eso por el momento está de más.
—Ya te
expliqué lo de los “te quiero”.
—Eliot. Sabes
que llevo razón. Admite que me lo dijiste para enamorarme más rápidamente y no
tan solo en plan amigos. —Parece que mis palabras lo avergüenzan.
—Vale. Está
bien. Lo retiro, olvida aquéllas palabras.
—Creo que
antes de todo eso deberíamos conocernos mejor. Hay muchas cosas de mí que no
sabes, y una pareja lo debe saber todo el uno del otro —le digo mientras recuerdo
lo que he hablado hace un rato con Drew.
—Vale. Quiero
que me cuentes todo de ti.
—Pero no así,
Eliot. Yo no puedo sentarme a contarte cada detalle de mi vida así, de repente.
La confianza se gana poco a poco.
—La misma
confianza que se ha sabido ganar poco a poco Drew, ¿verdad?
El lado que
menos me gusta de Eliot sale a la luz. Su lado vengativo traspasa el romántico.
—Drew es mi
amigo.
—Sí, un amigo
que sabe más cosas de ti que yo. ¿Qué hay de esa guitarra? ¿O de toda esta
gente que hay aquí hoy? ¡No conozco a la mitad!
—Recuerda lo
que te he dicho, la confianza se gana poco a poco. —Me encamino a entrar otra
vez en la cafetería, impregnada de furia. Eliot me ha estropeado este día
perfecto. Pego un portazo tras de mí para hacerle ver que por hoy no es bien
recibido para mí. A mis espaldas oigo disculpas en formas diferentes a través
del cristal.
Cuando pongo
la vista otra vez en mis amigos, una situación mágica pero extraña se está
produciendo en ese mismo instante. Mamá apoyada en la mesa y todos los demás a
su alrededor.
—Alison,
¡mamá! ¡Mamá está de parto! —mi padre confirma mis sospechas.
Después de
todo, este va a ser un día redondo.
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