08 marzo, 2017

Otro Día Internacional de la Mujer más

En un día como hoy, voy a poner como ejemplo a mi madre. Parecerá un tópico dedicar unas palabras bonitas por el día Internacional de la Mujer a mi madre, pero sólo pretendo contaros su historia y hacer ver que, como ella, hay millones de mujeres en el mundo.

Ella es la chacha de la casa. Siempre lo ha sido. Creció en una casa donde había tres mujeres y cinco hombres. Su hermana mayor se marchó pronto, así que pasaron a ser dos mujeres y cinco hombres. Dos mujeres que se encargaban de limpiar toda la casa, hacer las camas, hacer la comida... y trabajar en el campo. 

Cuando mi madre me habla de su infancia, me queda constancia de que fue una niña revoltosa, un torbellino. Se le daban bien las manualidades y el dibujo, pero nunca trabajó en el mundo artístico. Ha trabajado en Jaén, en Madrid, en Barcelona y en Francia, para finalmente volver a Jaén, donde estaba mi padre. 

Trabajadora desde los catorce años, acabó siendo empresaria y cocinera en un restaurante. Se casó, tuvo a mi hermano y después a mí. Se levantaba a las siete de la mañana para poner la lavadora y planchar, nos despertaba a mí y a mi hermano y nos preparaba para ir a clase, nos hacía el desayuno, nos llevaba al colegio y volvía a casa para recoger y limpiar un poco. Iba al restaurante a echar la jornada. Comía en el trabajo. Mis abuelos se encargaban de cuidarme a mí. Mi hermano ya era más mayor y se iba directo del colegio al restaurante y allí hizo infancia. Por la tarde, después de mis actividades extraescolares, mi abuelo me llevaba de vuelta a casa, donde me encontraba a una madre con escoba en mano. Y otra vez a atender a los niños, bañarlos, hacerles la cena, estar pendiente de ellos. Con suerte, algunas noches no tenía que volver al restaurante. Entre unas cosas y otras, se acostaba a las dos o las tres de la mañana. Y al día siguiente, a las siete otra vez en pie.

Desde los treinta y pico años, ella sentía dolores en los brazos. Pero se aguantaba y seguía trabajando. A los cuarenta y pico años, le dijeron que sufría artritis reumatoide, y le aconsejaron que dejara de trabajar. Fue cuando empecé a pasar más tiempo en casa y a darme cuenta de que mi madre necesitaba ayuda, y fue cuando empecé a realizar tareas del hogar más a menudo. Con doce o trece años, quizá menos.

Desde entonces, los recuerdos más destacados que tengo de mi madre es de ella limpiando la casa, poniendo lavadoras, haciendo la comida, fregando platos, recogiendo calcetines, calzoncillos y ropa en general que los hombres de la casa se van dejando en cada rincón. Recogiendo el plato sucio que alguien se dejó en la mesa del salón. Haciendo la cama de mi hermano de treinta años. Y aún así, yendo a trabajar aún al restaurante de vez en cuando.

A día de hoy, hay días que tengo que ayudar a mi madre a ponerse una camiseta. La veo tirada en el sofá sin hacer nada, porque no puede hacer nada. Tantas pastillas para calmarle el dolor de la artritis le están destrozando el estómago, y tiene angustia y vómitos al menos varios días a la semana. Le duelen los tobillos y a penas puede andar. Le crujen las rodillas. Tiene las muñecas y los codos tan hinchados que parece que le van a explotar... pero, aún así, ella sigue quitando las manchas difíciles de las camisas de los hombres de la casa, ella sigue haciendo sus camas, ella sigue barriendo, fregando, haciendo la comida, ella sigue recogiendo calcetines desperdigados. 

Y de vez en cuando me suelta un "si no estuvieras aquí, no sé qué haría". 

Porque yo soy la única que le quita un poco de trabajo en casa. Pero yo no voy a estar siempre, y no sé qué va a ser de mi madre entonces.

Sé que mi madre aguanta muchas lágrimas y mucho dolor. Sé que mi madre se ha perdido muchas cosas en su vida. Sé que mi madre ha tenido una vida de "esclava". Pero, ¿qué puedo hacer yo? Ella ha asumido ese papel desde pequeña. Y por más que yo le diga que es tonta, que plante cara y que no haga esto o lo otro, ella lo seguirá haciendo. 

Por eso, hoy y todos los días yo lucho por cambiar esto. Por eso, planto cara a cualquier persona que piense que las mujeres sólo servimos para cuidar a los niños y limpiar la casa. 

Por eso se celebran días como hoy. Porque hay millones de mujeres trabajadoras, madres, abuelas y enfermas, cuyo esfuerzo no es reconocido ni siquiera por el resto de miembros de su familia.

Si quieres hacer algo por tu madre, hoy ayúdala a hacer la comida, friega los platos y deja que descanse, por una vez, después de comer. Y dile gracias por todo lo que ha hecho por ti. Y repite esto todos los días. 

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