Noto cómo Drew
toma cada respiración lenta y profundamente, tratando de evitar el llanto.
Tiene sus brazos alrededor de mi cintura y me aprieta como si fuera su forma de
desahogo. Para mí, es hasta reconfortante, me gusta. Yo lo rodeo al mismo
tiempo por su cuello, un poco de puntillas porque a pesar de que yo soy bastante
alta, Drew lo es mucho más aún.
¿Debería ser
este el momento de decirle algo? ¿De girar mis labios hacia los suyos? No, Ali,
no. Deja que todo fluya. Su hermana acaba de morir prácticamente, puede que tú
para él solo seas una amiga, un apoyo, y no algo más.
Aún así, giro
un poco mi cabeza hacia él y sumerjo mi nariz en su olor. Nunca había podido
percibirlo desde tan cerca, ni siquiera la noche que me ahogué en sus brazos.
Tenía tantos mocos manando de mi nariz que apenas advertía aroma alguno.
Pero es tan particular,
tan dulce. Es el tipo de esencia que no te hartarías de oler. El olor perfecto,
hecho para mí. Ese tipo de olor que se te queda marcado en la ropa o en las
manos, o en tu pelo, y que cuando ya no estás con esa persona, te hueles a ti
mismo para recordarla. Es lo mismo que ocurre con mi hermano: cuando estoy en
clase no dejo de oler mis manos y las mangas de mi ropa, porque huelen a él, de
sostenerlo, a su perfume de bebé, y me encanta recordarlo cuando no estoy con
él. Pues con Drew es lo mismo, solo que no es el mismo tipo de sentimiento. Por
supuesto, no es un sentimiento tan considerable como el de mi pequeño, pero
también es muy grande y similar.
Repentinamente
noto que la presión en mi cintura disminuye, así que rebajo la fuerza también
en mis brazos y lo suelto poco a poco, pero dejo mi rostro aún cerca del suyo.
Cuando nos
empezamos a separar, nuestras mejillas casi se deslizan la una contra la otra.
Noto un poco su barba rasposa incipiente, pero no me resulta desagradable. Los
dos, completamente compenetrados, nos paramos, dejando nuestras miradas a
escasos centímetros de distancia. Después él apoya su frente en la mía, yo
cierro los ojos, y vuelve a utilizar mi cintura como apoyo, esta vez posando
cada mano a un lado.
Es un momento
perfecto. El ideal para acercar nuestros labios y besarnos… aunque éste no sea
el lugar más íntimo de todos.
Decido
separarme de él y despertar de este magnífico momento. Sin embargo él, aunque
con los brazos más estirados, no quita las manos de mi cintura.
—¿Qué haces
aquí? —repite lo último que me ha dicho justo antes de nuestro corto
acercamiento.
—Tengo una
especie de cita.
—¿Has conocido
a la madre de Monique?
—Sí, y a su
tía. Parecen personas muy amables.
—Sin duda,
Monique lo es —dice refiriéndose a la madre—. A la otra mujer no he tenido el
placer de conocerla. ¿Cómo llegaste a parar aquí?
—La verdad es
que todo es un poco extraño –ahora me acuerdo de cuando creía que Monique era
la chica de la que estaba enamorado y yo, en parte, me sentía celosa y quería
averiguar quién era-. ¿Recuerdas que me diste su dirección hace tiempo para
recuperar mi guitarra?
—Claro.
—Bueno, ayer
me pasé por aquí. No pretendía conocer a nadie, pero la situación se dio de tal
forma que acabé sabiendo lo de tu hermana… Lo siento tanto, Drew. No imagino lo
que es que te ocurra algo así.
—Es algo que
no le deseo a nadie —dice hundiendo su mirada en el suelo—. ¿Sabes por qué murió?
—No. No me
dijeron nada. Lo dejaron todo en el aire. Tampoco vi oportuno preguntarlo.
—¿Por eso
estás hoy aquí?
—No realmente.
No quiero que Monique pase un mal rato contándome lo que le pasó a su niña,
debe de ser muy doloroso recordarlo para contárselo a una desconocida.
Simplemente me invitó a cenar, supongo que para despejarse. ¿Sabes? Ayer salió
de su habitación por primera vez gracias a mí —digo alegremente.
—¿Sí? La
verdad es que tienes un don especial. Bueno, tienes muchos, pero uno de los que
más me gusta es que haces sentir bien a las personas. Al menos conmigo lo
consigues.
Sus palabras
me hacen ruborizarme. La sangre fluye por mi cuerpo hasta mis mejillas y noto
una gran sonrisa en mi rostro.
—Vaya,
gracias.
Nos quedamos
en silencio unos instantes. Él se separa de mí definitivamente, pero no deja de
mirarme.
—Bueno,
entonces creo que debería dejar que entres.
—No te
preocupes, creo que he venido demasiado pronto. La tarta que he hecho aún está
caliente.
—Mmm… ¡tarta!
—tras decir eso, sus tripas rugen y nos hace reír a ambos.
—Menudo león tienes
ahí metido. A lo mejor a Monique no le importa que cenes con nosotras.
—No te
preocupes Ali. Estaré bien. Voy a comprarme algo ahora.
—Está bien —asiento
y sonrío.
—Ali, ¿puedo
decirte algo?
—Claro.
—Prométeme que
nunca vas a dejar de intentarlo, ¿vale? —Sé que se refiere a mi guitarra—.
Tienes talento y puedo ver en tus ojos, igual que tú lo puedes ver en los míos,
que la música es lo tuyo. Pero tú puedes ir más allá, tú tienes más
posibilidades, así que antes de irme, quiero que me prometas que vas a mandar a
la mierda la cafetería, la universidad, y vas a luchar por ello, ¿de acuerdo? —Sus
palabras me dejan sin respiración.
—Sí —asiento
tímidamente, sin valor de responderle lo contrario.
—Me alegro
mucho de haberte conocido —dice finalmente sonriendo de forma nostálgica.
—¡Chicos! —nos
grita desde la puerta Monique—. ¡Entrad!
—Dile que
tenía que irme —dice Drew muy bajo. Entonces, se funde en otro abrazo conmigo,
más corto, más amigable. Luego se vuelve a separar de mí rápidamente—. Y
soluciona lo tuyo con Eliot.
Ahora sí que
se me corta la respiración. ¿A qué viene eso? ¿Y los abrazos? ¿Y toda esta
situación? No entiendo nada.
Entonces se
acerca y me da un ligero beso en la mejilla. Antes de que se dé la vuelta para
marcharse, lo miro directamente a los ojos, y los noto como humedecidos,
demasiado brillantes. Finalmente, ya de espaldas a mí, saluda con la mano a
Monique e inicia su camino.
Yo me quedo
observándolo un momento, y después voy al coche a por la tarta y la botella
para intentar disfrutar de mi cena con Monique. Realmente necesito que este día
vaya a mejor. Está siendo demasiado raro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Críticas y comentarios